¿Y la educación desde los medios públicos?

Rubén Darío Buitrón

Estudiantes e la Unidad Educativa Manuela Cañizares iniciaron clases presenciales en Quito. EFE/ José Jácome

“El mundo sería mejor si la gente fuera más parecida a los ecuatorianos”. Esta reflexión de un pequeño de 11 años la recuerda Mónica Maruri, quien durante cuatro años fue directora y productora de contenidos audiovisuales del primer proyecto teleeducativo del Ecuador, “Educa, televisión para aprender”.

La comunicadora Mónica Maruri, guayaquileña, ahora es directora ejecutiva del Instituto de Patrimonio de la Organización del Convenio Andrés Bello, organización que durante la pandemia se ha encargado del diseño pedagógico y la producción de programas de televisión educativos, además de ofrecer capacitación docente e investigación en temas de educación, cultura, ciencia y tecnología. 

Conversar con ella es importante para esclarecer lo que los medios públicos deberían hacer en función de mejorar el nivel educativo infantil y, en consecuencia, mejorar el nivel reflexivo, consciente, cívico e identitario de la sociedad.

Pero también es un diálogo preocupante y desalentador, porque queda claro que, por prejuicios políticos e ignorancia acerca del uso pedagógico de la televisión, los medios públicos ecuatorianos -abandonados, maltratados y desarticulados durante el gobierno de Lenín Moreno- dejaron de elaborar aquellos productos que tanto bien hicieron en las escuelas, en los barrios, en los gremios, en los centros infantiles especializados y en las comunidades rurales para la formación extracurricular de los niños y adolescentes.

Existen cientos de productores, guionistas y directores de videos que participaron en el inolvidable programa Educa y que luego se quedaron sin los espacios para desarrollar su trabajo.

Fue evidente la confusión de quienes dirigieron la comunicación del Estado en los cuatro últimos años. Pensaron, quizás, en su estrategia de borrar del mapa todo lo que recordara al gobierno de Rafael Correa, Educa también tenía que ver con el proselitismo, la propaganda, la difusión de la ideología del llamado socialismo del siglo XXI. ¿No hubo alguien con visión e inteligencia que evaluara con profesionalismo lo que se estaba produciendo en los espacios pedagógicos?

No, no hubo. Porque en esa confusión entre lo uno y lo otro el anterior gobierno fue debilitando las iniciativas que hacían una televisión de verdad, es decir, una televisión que seduzca a las audiencias con excelentes guiones y contenidos que cuenten a la audiencia las cosas bellas que se hacen y existen en el Ecuador, más allá de la política coyuntural o malsana que se impuso por aquellos años en otros espacios de la mal llamada televisión pública, pues no es televisión pública sino gubernamental u oficialista aquella que se usa para el proselitismo, el culto a la personalidad o la sobredimensión de la obra pública.

Ahora que existen nuevas autoridades en el sector de la comunicación pública, es hora de pensar y repensar cómo hacer que los medios públicos sean útiles para el crecimiento, el desarrollo y la consolidación no del gobierno de turno, sino de la democracia.

Galo Roldós Arosemena, comunicador, fue designado gerente de la Empresa de Comunicación del Ecuador (Comunica EP) y el 1 de septiembre de 2021 tomó a cargo sus funciones en las instalaciones de la plataforma de medios de comunicación.

Roldós -dice la nota periodística- asumió las competencias de la entidad ante el presidente del Directorio de Empresas Públicas, Hernán Luque.

“Hoy posesionamos al Gerente General de la Empresa Pública de Comunicación del Ecuador, que está conformada por un gran equipo de trabajo y que estará liderada por personas capaces que traerán grandes logros para el país”, dijo Luque.

Luque también mencionó que Comunica EP tiene potencial de crecimiento. “No veo por qué esto no pueda tomar otros niveles que antes no había tenido y sea mucho más protagonista que en el pasado”. 

Roldós le dijo a El Telégrafo que tiene la certeza de que se cumplirá el objetivo de lograr medios públicos que entreguen un valor a la sociedad y eso permita que aumente su consumo por parte de los ecuatorianos.

“Nosotros estamos pensando en el ser humano. Nuestra única función es el ecuatoriano, su crecimiento y el aporte que podamos darle a su vida y familia”, declaró.

Si así es piensan estas autoridades, podríamos tener la esperanza de que los medios públicos contarán con una programación de alta calidad y que, sobre todo, no servirán para difundir las líneas políticas del gobierno de Guillermo Lasso sino para crear una línea editorial que se base en lo que quieren los niños, que no es más que contar y escuchar crónicas e historias.

Sin embargo, hay que alertar que en el proyecto de ley sobre comunicación que irá a la Asamblea Nacional no existe un proyecto específico para que los niños tengan sus programas educativos en forma cotidiana.

Nuestro país necesita medios públicos (en especial, para televisión y radio) con productos de calidad, pero, ojo, productos financiados por un Estado responsable que entienda la importancia de que estén bien hechos.

Si como país lográramos concretar que en los medios públicos existan consejos editoriales formados por ciudadanos de a pie y directores y editores plurales, podríamos pensar en que ha llegado la hora de hacer televisión pública de calidad, con historias bien contadas gracias a las cuales se consiga que los ecuatorianos tengamos percepciones positivas de nosotros mismos como personas, como integrantes de un conglomerado social y como nación.

El deber de los medios públicos es devolvernos la autoestima, construir identidad y despertar la curiosidad infantil y adolescente sin contenidos pesados, lineales ni aburridos, sino con programación fresca, positiva, interesante y transcendente.

No existe mayor poder en un medio de comunicación que su capacidad de contar al país lo que es el país (parafraseando al fallecido maestro español Miguel Ángel Bastenier). Y es cierto. No existe mayor poder en un medio de comunicación que ser la base de una sociedad resiliente que se proyecte hacia el futuro, pero esto no se logra con espacios donde haya ausencia de creatividad y frescura, donde no se entienda que los medios del presente y del futuro tienen la obligación de dejar el escritorio e ir al territorio.

Los medios de comunicación, como decía el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, “son una nación hablándose a sí misma”. Una nación con capacidad de narrar lo mejor de ella, con el talento de dirigirse a sus audiencias, en especial a los niños que hoy, más que nunca, necesitan desfogarse en medio del sufrimiento, la tristeza y las carencias materiales o espirituales de la pandemia.

Pero, para eso, se requiere de una actitud de franca apertura y libertad. Educa fue un ejemplo de cómo hacer las cosas bien. Logró que los niños narraran lo que para ellos es Quito, logró armar un espacio donde la gente podía recordar, en un programa especializado, los sonidos de su vida, logró que el país viera y escuchara las historias de las familias según la visión de sus integrantes y logró que los adultos no desarrollaran en los pequeños una actitud de adultos disfrazados de niños.

El deber ser de los medios públicos es velar porque se construyan y difundan contenidos donde los niños cuenten lo que les dé la gana de contar, donde los niños se encuentren a sí mismos, donde los niños desarrollen el orgullo de ser lo que son, donde -como lo dijimos al iniciar esta columna- expresen, convencidos y maravillados, que “el mundo fuera mejor si la gente sería más parecida a los ecuatorianos”.

Pero si los medios públicos no cumplen su tarea, los medios privados tendrán que asumir esta responsabilidad sobre la base de su tradición editorial de entretener, informar y, sobre todo, educar. Es su deber desde su opción de comunicadores sociales.