Mes del adulto mayor

Hugo Lucero Luzuriaga

Si bien el 1 de octubre es el día de los adultos mayores, fecha propuesta por la ONU, debemos mencionar que todo el mes se lo dedica a ellos, adquiriendo este año una importancia singular por cuanto fueron los que más padecieron por la pandemia.

Los adultos mayores se constituyeron en las víctimas mayores del SARS Cov2, grupo etario que tristemente aportó con la mayor cantidad de muertos, pero sobremanera, que fueron discriminados y hasta despojados de sus derechos, desde una inadecuada asistencia médica hasta el negarles a una muerte digna en función de priorizar a grupos más jóvenes aduciendo que ellos “tienen una vida entera por delante”. Se llegó casi que a deshumanizar a los estigmatizados como “viejos”, quedando relegados de tratamientos especiales y en la ocupación de los UCI. Se priorizó atenciones, medicamentos e insumos médicos para afrontar a la COVID-19, empero, se desestimó a las enfermedades crónicas que son las más prevalentes en los adultos mayores con las consecuencias del incremento de la morbilidad y mortalidad. Las medidas de confinamiento fueron más severas para los adultos mayores agravando el aislamiento y generando más soledad que induce a la depresión, demencia, desnutrición y muerte.

Los adultos mayores, a pesar de su confinamiento, fueron los receptores de virus traídos por otros seres humanos ambulantes, que irrespetaron la fragilidad, las comorbilidades y pasividad de los “mayores” encerrados y huidos del enemigo. También tengamos presente la triste situación económica de muchos hogares, agravada por la pandemia, que tuvo como mayores víctimas a los llamados “no productivos” que terminaron por ser las mayores víctimas de la escasez y la violencia intrafamiliar generada por el encierro, la pobreza, la enfermedad y la desesperanza.

Conminamos al adulto mayor Guillermo Lasso, nuestro Presidente, que desde este mes volvamos la mirada a la población adulta mayor, memoria viva de los pueblos, reconociendo la grandeza de sus aportes, asumiendo que vejez no es sinónimo de enfermedad, y que la muerte no es más que un destino dado por el Creador. (O)