“Lo que se empieza, se termina”

Uno de los momentos más emotivos de Tokio 2020+1 lo protagonizó el marchista ecuatoriano Claudio Villanueva. Cruzó último la línea de meta, dejando en claro que lo importante no es llegar primero sino saber llegar. Detrás de su heroica participación se esconde una increíble historia de vida.

Claudio se motiva cada día en su familia, que está compuesta por sus hijos: Joaquín y Santiago, y su esposa Grace Pintado. JMB

Aplausos efusivos, que parecían escucharse desde Tokio hasta Ecuador, alentaron a Claudio Villanueva Flores a completar la última vuelta del circuito de los 50 kilómetros marcha. Esa ovación fue el premio al estoicismo y la valentía del cuencano, quien no se rindió hasta el final, pues todo «lo que se empieza, se termina», dice.

Más allá de la mirada perdida y el rostro desencajado del atleta cuando arribaba a la línea de meta -en donde lo esperaban tres voluntarios con una silla de ruedas, atentos ante cualquier descompensación del ecuatoriano- está un hijo, un esposo y un padre, que, pese a recibir duros golpes en la vida, se ha puesto de pie y ha caminado firme.

Han pasado casi tres meses desde esa heroica participación tricolor en los Juegos Olímpicos 2020 +1 (desarrollados del 23 de julio al 8 de agosto), pero los recuerdos están casi intactos, así como las secuelas que sufrió por el esfuerzo sobrehumano realizado para completar la prueba extrema de largo aliento. No es para menos con una rotura del isquiotibial de su pierna izquierda y molestias en sus rodillas. “Pido perdón a los más de 17 millones de ecuatorianos por no haberles dado una medalla”, se confiesa el deportista que prefiere «virar la página» y empezar desde cero.

Claudio siempre estuvo consciente de su lesión, pero prefirió mantenerse en silencio porque por su mente nunca pasó perderse sus segundos Juegos Olímpicos (primero clasificó a Río 2016). Su compromiso con el país pudo más.

“Nadie sabía de mis lesiones, por eso incluso decidí mantenerme callado ante la prensa… Muchos pensaban que estaba sobrado, pero no era así”, reconoce el marchista olímpico.

Con un mensaje que posteó en sus redes sociales, después de correr en Tokio, reconoció que la situación se le fue de las manos y que cuando alertó a las autoridades sobre sus molestias ya fue demasiado tarde, pero no quería claudicar en el intento. Su voluntad era inquebrantable.

El atleta Claudio Villanueva lloró desconsolado como un niño cuando cruzó último la línea de meta en los Juegos Olímpicos de Tokio. Cortesía COE

El esfuerzo, finalmente, le pasó factura. En su afán de regresar a las pistas, realizó terapias en Quito durante dos meses, pero su recuperación continúa. En estos días, en los 2.560 metros de altitud de Cuenca, cumple rutinas de natación y ciclismo. Las evaluaciones son constantes y alentadoras. Espera completar la rehabilitación en un mes y medio.

Evidentemente, más relajado, pero siempre con esa humildad característica de los grandes, el andarín confiesa que tenía motivos suficientes para terminar la prueba que se efectuó el jueves 5 de agosto y constituía la última de 50 kilómetros marcha en unos Juegos Olímpicos. La principal motivación fue cumplir la máxima que le enseñó su entrenador Luis Chocho Sanmartín, antes de morir por COVID-19: «Lo que se empieza, se termina», aplicable en las pistas y en la vida misma.

Sabía que estaba solo en la pista, que debía vencerse a sí mismo, porque los demás competidores ya habían cruzado la línea de meta y otros siete habían abandonado la carrera como consecuencia del inclemente clima que tenía una sensación térmica de 37 grados centígrados, pero, quería rendir tributo a su maestro, una de las incontables víctimas que dejó el virus en el deporte y en el mundo entero…

…Quería sentirlo una vez más, aunque sea espiritualmente. Por eso levantó su puño derecho como si tratara de alcanzar el inmenso cielo azul oriental, mientras lloraba desconsolado como un niño…

En ese preciso momento, Claudio -sin pensarlo- pasó a convertirse en el protagonista de uno de los momentos más emotivos que se vivió en el multievento japonés. Sus heroicas imágenes -seguramente- quedaron grabadas en la retina de los aficionados e inmortalizadas en la historia del olimpismo.


 
Un viento frío fue la despedida


La repentina partida de su entrenador Luis Chocho afectó, indudablemente, el rendimiento del deportista sobre el ardiente asfalto de Sapporo.

Dos semanas antes de viajar al Campeonato Nacional de España, que se cumplió el 14 de febrero de 2021, el ‘Formador de campeones’ llegó sorpresivamente a casa de su alumno, acompañado de su esposa. Ahí le dio unos sabios consejos como si estuviera despidiéndose para siempre. Tomaron un café hirviendo con “pancito de casa” para contrarrestar el frío vespertino de Cuenca, sin imaginar que esa sería la última vez que lo vería.

Luis Chocho estuvo presente en la consagración de Claudio Villanueva en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. El Mercurio

El atleta viajó a Sevilla, sin Chocho, quien ya se había contagiado de COVID-19, pero lo desconocía hasta que se hizo una segunda prueba, pues la primera le salió falso negativo. “Se puso triste porque no pudo arreglar sus papeles y no podía acompañarme, ya no era el mismo en los entrenamientos; su euforia y su buen humor se apagaban lentamente. Teníamos previsto ir a España y allá celebrar su cumpleaños con paella y parrillada. Él cumplía años el 15 de febrero, pero siempre se festejaba un día antes”, recuerda Villanueva.

Una vez en Europa, Claudio se mantenía en contacto con su entrenador, a través de videollamadas. Luego le pidió que solamente chatearan para evitar que se esfuerce, ya que su salud se deterioraba. “Un día antes de la competencia en España, me dijo: recaí, me van a poner oxígeno. Ore, compita y ruegue a Dios”.

El marchista, después de ganar la carrera, le envió un mensaje por redes sociales al experimentado estratega: “Profe, este triunfo es para usted. ¡Feliz cumpleaños!”, pero de vuelta solo recibió como respuesta un «tibio» emoticón de un pulgar arriba. “Presentí lo peor”.

Ese mismo día, Villanueva viajó de Sevilla a Burgos para actualizar su pasaporte y DNI, pues tiene doble nacionalidad: española y ecuatoriana. Esta condición le permitió participar en el Campeonato Nacional de España; incluso llegó a defender este país desde el 2009 hasta 2013. Pero, terminó decidiéndose por Ecuador debido a que su madre sufría mucho cuando estaba lejos y extrañaba la exquisita y variada gastronomía típica; era «más cuencano que el mote».

Claudio Villanueva representó a España durante varios años en diferentes competencias internacionales. Cortesía Álbum de Claudio Villanueva

En el preciso momento que se disponía a dormir, sintió como un viento helado entró a su habitación, lo que le dejó desconcertado. “Estoy seguro que Lucho vino a despedirse de mí por última vez… Fue él, lo sentí. Estoy seguro”, expresa con un movimiento afirmativo y ligero de su cabeza.

Casi de inmediato, el marchista internacional Andrés Chocho confirmó la trágica noticia del fallecimiento de su padre. El estratega azuayo murió a la edad de 64 años, enlutando al atletismo ecuatoriano.

A pesar de haber transcurrido más de ocho meses de su fallecimiento (16 de febrero de 2021), Claudio aún se estremecerse cuando rebobina estos recuerdos. “Lamentablemente perdió su última batalla con este enemigo silencioso e invisible. Me hubiese gustado estar a su lado en esos momentos difíciles”, dice. Él conoce del padecimiento de esta cruel enfermedad, porque también se contagió en marzo de 2020.

Sus ojos se humedecen cuando habla de Luis Chocho. Recalca que en los últimos tiempos hicieron un buen equipo. “Siempre bromeaba diciéndole que pasa más tiempo conmigo que con su esposa. Él solo se reía. Me decía: usted es como un hijo para mí. Estas palabras me llenaban de orgullo”.

Los lazos de amistad se empezaron a atar en el colegio Miguel Cordero, en donde estudiaba Claudio. En el 2005, el formador de campeones impartió una charla en este plantel fiscal.

“En su intervención nombró a deportistas de la talla de Andrés Chocho, Johanna Ordóñez, Mauricio Arteaga, Miriam Ramón, Rolando Saquipay y Jefferson Pérez, a quienes solo los conocía por las portadas de periódicos”, dijo Villanueva.

Motivado por esa charla, aceptó la invitación de Chocho para iniciarse en la marcha. Al siguiente día, su padre, Paulino Villanueva, le acompañó hasta el parque de La Madre, ‘templo de la marcha ecuatoriana’. Su padre y su entrenador sembraron una buena amistad entre 2005 y 2007, incluso se reunían a comer cuy asado con papitas y mote. “Ahora, los dos, se encontraron nuevamente en el cielo”, expresa Claudio.

 
Dos “turbos” en el cielo

La vida de Claudio está llena de ‘signos de puntuación’: comas para respirar y tomar impulso; puntos a parte para retomar sus proyectos; puntos finales para cerrar capítulos en su vida, tales como la medalla mundial y olímpica que le hacen falta en su trayectoria; y, puntos suspensivos para resolver algunas incógnitas, entre ellas, el paradero de su padre.

En la mente y en el corazón de Villanueva está clavado como si fuese una daga el 28 de febrero de 2007. Ese día, su papá desapareció en el Parque Nacional El Cajas, sin dejar ningún rastro.

Claudio atesora una fotografía de su padre Paulino Villanueva que desapareció el 28 de febrero de 2007. Cortesía Álbum de Claudio Villanueva

La familia salió en su busca, lo buscaron por todas partes, especialmente por las zonas montañosas en donde lo vieron por última vez. Una de las contadas pistas que tenían sobre su padre era que se había subido a un bus. Misteriosamente, nunca más se supo nada de él. Si aún viviera, tendría 91 años.

Los signos de interrogación sobresalen en esta gran interrogante que permanecerá latente hasta que las autoridades competentes no confirmen su fallecimiento.

“Ahora tengo dos turbos desde el cielo, siempre me cuidan: el profe Lucho y mi padre Paulino, quien desapareció cuando yo apenas tenía 17 años”, cuenta, mientras levanta su mirada hacia el firmamento, en busca de respuestas.

Pero su progenitor no está ausente por completo. Sublimemente se hace presente en sus sueños, en especial cuando le va bien en las competencias, convirtiéndose en un buen presagio.

Lo soñó antes de consagrarse campeón de los Juegos Panamericanos de Lima 2019, en donde después de subir a lo más alto del podio, dedicó unas emotivas palabras que provocaron un nudo en la garganta y conmovieron a más de una persona: “Papá, si estás vivo, para ti va esta medalla”.

Coincidencia o no, Paulino se ausentó en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 +1, pero el andarín está seguro que lo conciliará nuevamente en sus sueños antes de clasificar y participar en París 2024. Espera su bendición, sus mejores augurios.
 


Ángeles terrenales

A más de los dos ángeles celestiales, Claudio considera que tiene dos ángeles terrenales. Sus hijos: Joaquín, de 4 años, y Santiago, de 6 años, quien es invidente y tiene parálisis cerebral. “Ellos fueron mi inspiración, la fuerza que necesitaba para completar los 50 kilómetros en Tokio”, destaca con la voz entrecortada.

“Santi” es su ejemplo, ya que cada día se supera, a pesar de su discapacidad. Diariamente asiste a sesiones de hipoterapia, estimulación temprana y terapia física, de lenguaje y ocupacional, recuperando satisfactoriamente su motricidad fina y gruesa.

El marchista Claudio Villanueva se desvela por sus dos hijos: Joaquín y Santiago. Cortesía Álbum de Claudio Villanueva

Su avance ha sido tal, que el último 3 de agosto de 2021, el día que Claudio cumplió 33 años, su esposa Grace Pintado grabó un vídeo por su onomástico para enviarlo al marchista que se encontraba en España. Para sorpresa de todos, Santiago dijo tres veces: ¡Papá! ¡Papá! ¡Papá!

El 17 de junio de 2020, contra todo pronóstico médico y demostrando el mismo coraje y valentía de su papá, también logró ponerse de pie por primera vez, apoyándose con un palo de escoba.

Otro esfuerzo a destacar, digno de ovación de pie como los que recibió su padre en Tokio 2020+1, fue cuando montó solo en un caballo, guiado por un policía, como parte de la hipoterapia.
 

«Santi», es el mayor de los hijos de Claudio Villanueva. Para el marchista es su ejemplo a seguir, su motivación. Cortesía Álbum de Claudio Villanueva

Vendía frutas en el mercado, ahora tiene un emprendimiento

Cabe destacar que los logros de la marcha ecuatoriana han sido alcanzados por atletas de orígenes humildes. Jefferson Pérez lustraba zapatos y vendía periódicos; Rolando Saquipay ayudaba a su madre a vender verduras en el mercado; y Glenda Morejón corría con zapatos rotos; por citar tres ejemplos.

Claudio tampoco nació en un hogar de privilegios. Desde niño y hasta los 14 años, vendía frutas junto a su madre, Julia Flores, en el populoso Mercado 9 de Octubre, ubicado en el Centro Histórico de Cuenca.

En la actualidad, doña Julia administra un emprendimiento familiar que tomó fuerza durante la pandemia: la elaboración artesanal de fideos caseros, que orgullosamente llevan la marca del medallista de oro panamericano, Claudio Villanueva. “Cuando tengo tiempo, ayudo a mi madre a promocionar y distribuir estos nutritivos productos que no pueden faltar en la mesa de los campeones”, manifiesta con emotividad.

Claudio Villanueva destaca que los fideos hechos en casa con sabor cuencano, que llevan su nombre, son nutritivos y no pueden faltar en la mesa de los campeones.

Un taxista informal por las calles de Tokio

La vida de Claudio siempre ha sido dura. En el 2014, cuando tenía 26 años, empezó a entrenar y trabajar a la par porque, literalmente, no tenía ni para alimentarse.

Ya reza el refrán: “siete oficios y catorce necesidades”, que en ese entonces encajaba perfectamente en la situación económica del marchista. Las penurias le obligaron a desempeñarse como chofer de una camioneta en el Municipio de Cuenca, que con el tiempo terminó comprando a su dueña, quien anecdóticamente estuvo a punto de no darle el trabajo, porque en el primer día chocó el vehículo cuando daba retro, “a vista y paciencia de ella”, confiesa Claudio, mientras se sonroja, aunque, enseguida, suelta una carcajada al contar esta historieta.

Luego de terminaba su jornada laboral, se confundía entre las adoquinadas calles céntricas y paisajísticas noches de la capital azuaya para trabajar de taxista informal. También rodaba por zonas como la Feria Libre, Terminal Terrestre e, inclusive, por la Zona de Tolerancia.

Sabía a lo que se exponía, pero la necesidad fue más grande que el miedo. “Mi hijo no tenía qué comer, estaba en cuidados intensivos…Vivíamos con dos dólares diarios. Ni yo sé cómo sobrevivía. Comprábamos un seco (plato que contiene arroz, fréjol, carne o guata) de un dólar para compartir con mi esposa Grace”.

Claudio sorteaba los riesgos y peligros nocturnos, oscuridad, sombras, tinieblas. Trasnochaba para trabajar, permanecía en alerta y entre sobresaltos; sus grandes ojos permanecían siempre bien abiertos. Hasta que un día, mientras prestaba su servicio de “taxista pirata”, lo sorprendieron en un operativo de control de tránsito. Fue multado con 900 dólares, valor que ascendió a 2.500 dólares -un monto elevado considerando la situación económica del país- debido a los intereses generados. Pues no tenía cómo pagar esta citación, ya que sus prioridades eran otras, como la de llevar el pan de cada día a su mesa.

En medio de esas penurias, decidió migrar hacia los Estados Unidos, en busca de mejores días. En suelo estadounidense, encontró la solidaridad de su primo Antonio Flores, quien le brindó hospedaje, alimento y trabajo. Laboró como marmolista, elaborando mesones de cocina, aunque le encomendaron labores relativamente sencillas, conscientes de que había que cuidar las piernas del marchista. “Dios se apiadó nuevamente de mí”, exclama con una expresión de devoción al juntar sus venosas manos.

A estas alturas de la vida, está consiente que cada gota de sudor y lágrimas valieron la pena. Hoy maneja una elegante y moderna camioneta, gracias al auspicio de JAC, que ha valorado su perseverancia y entrega. Seguros Sucre, Cooperativa CREA, Ecuasanitas y Edeport son otras empresas privadas que también han apostado por este marchista élite.

El andarín cuencano Claudio Villanueva personalizó su camioneta, que le auspició la empresa privada. JMB

Grace sufrió desde casa

A Claudio se le nota más distendido cuando habla de su familia. Por su mente, quizás, ya no pasa esa presión de demostrar que era uno de los favoritos en Tokio, después de registrar su mejor marca personal: 3 horas, 47 minutos y 56 segundos. Ese tiempo lo registró en el Campeonato de Marcha de España, pero las cosas finalmente no se dieron como lo había previsto.

El ganador de los Juegos Olímpicos 2020+1 fue Dawid Tomala, con 3 horas, 50 minutos y 8 segundos. Aunque Villanueva llegó último (puesto 47) 1 hora, 3 minutos y 1 segundo después del polaco, su participación es considerada por muchos como una epopeya olímpica.

Grace Pintado, esposa de Claudio, sufrió igual o peor que el mismo marchista, a miles de kilómetros de Tokio, con mucha impotencia. “Se me venía a la mente aquella vez que se desmayó por un golpe de calor en los Juegos Bolivarianos de Santa Marta 2017. Tenía mucho miedo que vuelva a ocurrir, pedía a Dios que le de fuerza y no se rompa las piernas”.

Junto a sus dos hijos, estuvo pendiente de la carrera olímpica frente a la televisión, sin pestañar, con los nervios de punta. “Mi Joaquín y yo lloramos cuando le veíamos llegar a la meta en esas condiciones físicas; mientras le abrazaba a mi Santiago, a quien siempre le narro las carreras de su papá, le agarro sus manitos y le hago aplaudir”.

 

El hilo rojo del destino que los unió

“Todo queda en familia”, es una popular frase que en este caso se puede aplicar en la familia de la marcha cuencana. Grace, de 36 años, es hermana de Daniel Pintado, otro andarín de talla mundial que la “Reina Hermosa de Fuentes y Flores, Cuenca ilustre de galas vestida… digna madre de egregios campeones”, como dice el coro del Himno a la ciudad, ha visto nacer, crecer y triunfar.

Claudio y Grace se conocieron cuando el marchista una vez llevó en su bicicleta a sus futuros cuñados: Daniel y David. Ella, generosamente, le ofreció un vaso con leche.

Desde esa ocasión, “el hilo rojo del destino” del que habla esa romántica leyenda japonesa, les unió para siempre. Llevan ocho años juntos. “Al inicio todo fue un secreto, pero después mis hermanos nos descubrieron”, cuenta Grace, con una sonrisa de picardía.

Pareciera que el destino ya tenía listo, desde mucho antes, un plan para esta pareja. Claudio, en otra ocasión, le hizo una carrera a una de sus dos actuales cuñadas para cambiarse de casa.
En aquel entonces, tenía una Datsun 1500 con dirección mecánica de esas que hasta el más fortachón sufría para poder girarla. Ese día ocurrió una anécdota. Don Fausto, quien por esas coincidencias de la vida sería su suegro, no sujetó bien las pertenencias con la cuerda y cayeron sobre la calzada. Afortunadamente, no pasó más allá de un susto y unos cuantos objetos rotos.


 
Los Chocho, su segunda familia
; Calavera, su sobrenombre

Claudio es conocido cariñosamente por sus amigos como “Calavera”, desde 2005. Fue “bautizado” así en la Escuela de Marcha en el parque de La Madre, en donde se encuentra un monumento en homenaje al medallista olímpico Jefferson Pérez y al formador de campeones, Luis Chocho.

Claudio Villanueva siempre bromea con su sobrenombre. «Un poco de humor, amigos encuentren las diferencias», posteó en sus redes sociales. Cortesía Claudio Villanueva

El profesor Juan Chocho, hermano de Luis, comenta que este sobrenombre se originó durante un partido de fútbol que formaba parte de las actividades recreativas del fin de semana de la Escuela de Marcha. “Claudio era nuevo, no sabíamos su nombre, por lo que le dije: ¡Calavera, pásame la pelota! … Fue algo espontáneo, un momento de euforia… después todos se echaron a reír sin parar”.

Juan Chocho se fundió en un solo abrazo con Claudio Villanueva después de completar los 50 kilómetros en Tokio. Cortesía COE

A Villanueva, quien comparte que es muy feliz escuchando la sentimental música nacional y rockolera ecuatoriana, no le molesta su apodo; al contrario, le agrada. También lo llaman: “Calita”, “Calacalí”, “Calaca”, “Cala”.

Juan Chocho, entrenador que acompañó a Claudio en los Juegos Olímpicos de Tokio, resalta además el afecto y consideración que existió entre su hermano Luis y Claudio. “Compartieron muchos momentos dentro y fuera de las pistas. Incluso, después de los entrenamientos se reunían en sus casas para tomar un café y planificar las carreras”.

Indudablemente fue una de esas amistades sinceras contadas con los dedos de la mano, de esas que sobrepasan los límites, se conservan en el tiempo y hasta llegan a ser eternas, acota.

El vínculo con la familia Chocho continúa. Ya que desde hace una semana Claudio entrena con Andrés Chocho, marchista activo que muchas veces ha dejando en alto el nombre del país e hijo del profesor Luis. “Más que un profesor lo considero un amigo, un hermano. Nos conocimos en el 2007 cuando Luchito me subió al grupo de alto rendimiento… Siempre me ha apoyado en todo sentido; siempre me regalaba vitaminas y hasta zapatos”.

Con su nuevo adiestrador, el fondista espera conquistar París 2024, en la nueva distancia de los 35 kilómetros. “Pienso que será una prueba más rápida porque estaba acostumbrado a marchar la distancia de 50 kilómetros, espero adaptarme de la mejor manera, aunque seguramente me costará…Todo lo hago en memoria de Luchito y Paulino», porque todo «lo que se empieza, se termina».

Resultados más importantes de Claudio

Claudio Villanueva ha conseguido importantes resultados con España y Ecuador. Con este último país trabaja arduamente en busca de alcanzar la medalla olímpica, el sueño de todo atleta. JMB

Por.- José Mosquera Baca

Twitter: @jmosquera1982

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