Días de espiritualidad

Tito Astudillo y A.

Definitivamente, a partir del 30 de octubre, 1 y 2 de noviembre, cuando la humanidad celebra el recuerdo de sus antepasados, es como si la conexión existente con el mundo del más allá, en estos días, fuese más frágil y “la muerte parece levitar sobre la faz de la tierra”; todas las culturas, de diferentes maneras, lo han celebrado con una directriz común, sentirla presente y venerarla.

Los Celtas celebraban el 30 de octubre el Samhain, fiesta del inicio del invierno y evocación de sus ancestros que duraba tres días; se compartía una cena entre amigos, estaban predispuestos a dar crédito a las predicciones, se buscaba contactar con los espíritus a través de médiums y videntes; unas velas en el camino y en las ventanas guiaban el regreso de los seres queridos en la vigilia del ritual celta, rememorado en el Halloween de nuestros días. En la tradición cristiana se celebra el 1 de noviembre el Día de Todos los Santos y el 2 de noviembre el Día de Difuntos, esto es de todos los muertos al margen de la categoría de santidad. Existe una conexión entre las tradiciones agrícolas y funerarias en muchas culturas del mundo, así festejaban los egipcios, coincidiendo difuntos y la siembra, rito que se cree llegó a Europa a través de cartagineses y griegos y que a través de la conquista llegó para enriquecer una celebración que, incluso, define condiciones de identidad nacional, como es el caso del Día de los Muertos en México y en las culturas andinas.

Días de especial espiritualidad presente en muchos aspectos de la cotidianidad individualidad y social; de recordación y reciprocidad con los seres queridos fallecidos; de oración y meditación en su memoria; de visita al camposanto con flores para ofrendar y adornar sus tumbas; asistir a rituales religiosos; y celebrar en familia con gastronomía distintiva (colada morada y guaguas de pan en nuestro caso), que no es una casualidad, responde a una simbología ritual ancestral y sinergia cultural. (O)