Negocios inéditos

Juan F. Castanier Muñoz

La Asamblea Nacional se ha convertido en una institución en la que “todo puede pasar”. En otras palabras, nada de lo que suceda en su interior causa admiración: maniobras, triquiñuelas, gastos ilegales, diezmos, empanadas caras, masajes como para jeque árabe, nepotismo, arreglos bajo la mesa, etc. Pero lo que acaba de suceder la semana pasada si resulta inédito, pues, el asambleísta Ecknner Recalde, que fue acusado por su propio partido, la ID, de cobrar diezmos a sus colaboradores, y expulsado de las filas de la agrupación naranja, y cuya destitución fuese resuelta por la Comisión de Ética de la Asamblea, fue, increíblemente, salvado de la destitución por los votos de las bancadas correísta, de Pachacutik y algunos independientes. Sus “salvadores” podrán argumentar mil razones a favor de su posición, pero, la única explicación lógica es que Recalde negoció su permanencia en la Asamblea a cambio de “pasarse” a las filas opositoras. “Mi curul por una nueva camiseta” podría ser hasta el título de un reggae.

Y Diosdado Cabello y su combo siguen haciendo de las suyas. Perdieron la gobernación del estado de Barinas en las últimas elecciones venezolanas y como les dolió esta pérdida, pues se trataba nada más ni nada menos del Estado en donde nació el difunto Chávez, pues sencillo, dispusieron que las elecciones se repitan en el estado mencionado. Tal como lo leen, ¡que se repitan las elecciones en Barinas! Y como hizo Chávez hace años, en la consulta sobre la reelección presidencial indefinida, “ande” estar repitiendo las elecciones hasta ganar. De ello, no tengan la menor duda.

Ortega, el otro gorilón caribeño, y su vicepresidenta y esposa, doña Charito Murillo, también ganaron su tercera e ilegal reelección, en un evento en el que se detuvo arbitrariamente a 40 opositores políticos, entre ellos 7 candidatos presidenciables, y quedó demostrado que la obsesión por el poder que ataca a los dictadorzuelos, borra hasta el último rezago del pudor y la vergüenza. Las leyes se hacen a la medida y los encargados de hacerlas cumplir se constituyen en autoridades y servidores de la más baja ralea moral. (O)