Visión optimista

Hasta cierto punto, la intensidad vital del presente es una experiencia transitoria ya que, temporalizados como somos, no podemos prescindir del pasado ni del futuro. Lo que somos ahora, en gran medida depende de lo que ocurrió en el pasado, que no lo podemos cambiar. Nuestra capacidad de anticipar mentalmente el futuro y actuar para conseguir objetivos torna indispensable lo que ocurrió. Nos hicimos, a gusto o disgusto, en el pasado y nos haremos, con esperanzas y frustraciones, en el futuro. Un alto porcentaje de nuestros actos tienen sentido considerando los resultados que esperamos con visiones realistas e imaginarias.

El inicio de un nuevo año intensifica nuestras expectativas del futuro y nos empeñamos en hacer propósitos con la intención de corregir las limitaciones y defectos y proyectar con más fuerza nuestras cualidades para alcanzar lo previsto. Predomina una actitud optimista debido a que todo cambio en el que interviene nuestra voluntad busca mejorar las condiciones de vida. Casi imposible imaginar una persona que organice su vida para voluntariamente empeorar. Buena parte de lo que somos y logramos depende del entorno social en el que se desarrollan nuestras vidas y del que no somos responsables, pero hay un espacio en el que podemos tomar decisiones y organizar la conducta para conseguir resultados positivos.

Nuestra razón nos permite planificar la vida para conseguir lo que nos proponemos, pero de enorme importancia en nuestra personalidad es la vida afectiva y la emotividad es parte fundamental en el comportamiento. El optimismo y pesimismo ante lo que esperamos, se fundamentan en análisis mentales, pero tiene mucha importancia el componente afectivo. No tenemos la frialdad de una computadora y pesan mucho las emociones que dinamizan la conducta. Ojalá el optimismo del año nuevo se mantenga todo el tiempo, ya que los fracasos que se dan se superan mejor con esta tendencia.