Caminos de herradura

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

Días atrás, Fabián Andrade, presidente de la Cámara de Comercio de Cuenca y de la Asociación de Cámaras de la Producción del Azuay, fue taxativo, y con toda la razón, al reclamar el abandono y negligencia que el Gobierno Nacional ha tenido con nuestra provincia hace muchísimos años. No es posible que la conectividad aérea y terrestre del Azuay no haya sido solventada en igualdad de condiciones que la de Guayas o Pichincha, siendo la tercera provincia del Ecuador y una de las que más tributa.

El aeropuerto de Cuenca no tiene las condiciones necesarias para que aterricen aviones cargueros, los que trasladarían directamente productos al extranjero. Para que un empresario cuencano pueda enviar su mercancía, primero debe averiguar qué día va a estar permitida la circulación por el Cajas. De no ser así, pagará un flete mayor utilizando la vía por Cañar. Ninguna industria puede mantenerse con esta marginación frente a empresas quiteñas, como las florícolas, que se encuentran cerca de un aeropuerto internacional. Varias compañías azuayas se han trasladado a Durán y hacia el norte, hartas de padecer el vía crucis para embarcar sus productos, dejando sin trabajo a cientos de familias cuencanas. Y todo esto sucede porque a ningún gobierno le ha importado nuestra incomunicación con el resto del país. Mientras en la costa y en el norte tienen vías de primera, nosotros tenemos caminos de herradura. Aquí hay discriminación, así digan que no.

Imagínense si los quiteños, antes de salir de viaje, tuvieran que averiguar si está abierta la carretera para poder embarcarse en un vuelo internacional. Eso vivimos los cuencanos día tras día. Si viajamos de Quito a Cuenca, parece que el Ecuador terminara en Riobamba; desde Cañar hacia el sur, las vías semejan la superficie lunar.

El ministro Cabrera ofreció mejorar las vías para poderlas concesionar al sector privado y que este se encargue de mantenerlas cobrando peajes, como en el resto del país. Soluciones existen. Demandamos que se nos retribuya en obras lo que tributamos al Estado. Marcelo Cabrera tiene la oportunidad de trascender como el único funcionario que atendió las necesidades viales del Azuay. No como otros que asumieron esta cartera de Estado solamente para inflar su currículum, y su ego.

Esperamos que el ministro no nos defraude, que sea un hombre de palabra, y no un buchipluma.  (O)