De cara a lo insondable

Alberto Ordóñez Ortiz

El parpadear de la noche, siempre me sedujo hasta el mismo estropicio. Sus miles de ojos me hacían sentir que era Dios quien nos miraba. Desde entonces, ya nunca más me sentí solo, es que su presencia es una obstinada conspiración que nos sitúa frente a un universo tan maravilloso, dúctil, como de dimensiones insondables. Su perpetua continuidad nos habla en voces aladas de infinito, y es el que pone a girar la música de las esferas. Por favor, acerque el oído y ¡escúchela! Al hacerlo, descubrirá que todo “es tan bello –lo dice Claudel- que tendría que haber alguien que fuese capaz de no dormir jamás”. Frente a tantos arcanos resplandecientes, el hombre –nosotros- sentimos el inmensurable peso de la verdadera majestuosidad, que es la que nos reduce a lo que somos: mínimas hormigas estelares. 

Todo este preámbulo, viene a propósito del lanzamiento del telescopio espacial James Webb Espace Telescope –JWST-, acaecido el 25 de diciembre pasado, esto es, el mismo día del nacimiento de Jesús, autor de la frase más misericordiosa de la historia humana: “Han oído decir: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo, yo, en cambio, os digo: amen a sus enemigos”. El JWST, tiene como objetivo capital estudiar las primeras estrellas y demás cuerpos estelares, incluido el Bing Bang, es decir, la enigmática explosión que dio lugar al nacimiento del universo y con él, al espacio y al tiempo. El avance de la astronomía y de la cosmología será descomunal, pues que, abrirá las puertas del infinito y en esa misma dirección, a nuestras mentes.

Stephen Hawking, afirmaba que Dios no existe y que, detrás del Bing Bang está la nada. Pero, entre el deslumbramiento provocado por el asombro y el misterio de esa desafiante expresión, me pregunto y digo: ¿y quien creó la nada? Hay que ser fabricante de absoluto para hallar una respuesta.