La muerte y el dinero

Marco Carrión

Ricardo Rivera, tío del ex vicepresidente Jorge Glass, su mentor y cómplice, ha fallecido como cualquier mortal, de Covid-19, a pesar de tener, seguramente, una enorme cantidad de dinero por la asociación ilícita en el caso Odebretch durante el gobierno corrupto de Correa.

Me he preguntado, entre sorprendido y abismado, ¿para qué le ha servido haber conseguido tanto dinero? Para lo que no le sirvió es para vivir en paz, disfrutando de la vida con tranquilidad y en familia. Años de prisión con todas las tremendas circunstancias que eso conlleva; al fin consiguió salir en una semi libertad, sin devolver ni un centavo de la enorme suma recibida por sus mañas de hombre corrupto, y muere igual que mueren las gentes pobres. Deja el dinero mal habido y celosamente guardado –escondido- en algún lugar del mundo. Tuvo la torpe esperanza de ser mucho más rico, inmensamente rico, una vez “pagadas” sus cuentas con la justicia –justicia de burla que tenemos- que, torpemente cree que cumple su deber al encarcelar un tipo de la pandilla de delincuentes y luego dejarles en libertad para que puedan, en algún hermoso lugar, ir a disfrutar de los millones conseguidos mediante turbios y espantosos mecanismos.

La muerte de una persona es un hecho sensible, en todo caso, y la de Rivera igual. Pero es imposible dejar de pensar si todo su empeño en ayudar a su sobrino a conseguir tanto dinero y seguramente beneficiarse él mismo con tal mecanismo, valió la pena. Considero que no valió ni se justifica, en absoluto, porque pasó sus últimos años, esperando ser liberado para gozar del dinero escondido, cosa que al fin no le fue posible.

Esta muerte debe servir de ejemplo para los que, en su ambición desmedida, piensan hacer pillerías y robos sabiendo lo que les puede pasar. Nada mejor que una vida honesta y tranquila, ni se diga en comparación con las sanciones y consecuencias de un proceder inadecuado.

A los que piensan que cualquier cosa es preferible a las limitaciones materiales y económicas, sin importar si es la cárcel, la vergüenza, y al final una muerte como la de quien comento ahora, sin poder disfrutar de aquello que creen será su felicidad, que les sirva de ejemplo lo sucedido. (O)