El pan de Paccha se sigue cociendo en los centenarios hornos de leña

Se dice que, a principios del siglo XX, cuando Cuenca intentaba convertirse en una ciudad pequeñita, desde Paccha salía un grupo de personas en caballo llevando el pan de horno de leña que se hacía en la parroquia rural.

Las gentes bajaban hacia Challuabamba, y por caminos de tierra y vadeando los ríos, unos se dirigían a Monay y otros hacia Cañar, en donde era apetecido el pan que hacían cada fin de semana.

Hoy, en gran parte los caminos de tierra han desaparecido, y ya no se cruza los ríos por las partes más bajas sino por puentes, y la gente ya no va ni a Monay ni a la provincia vecina para vender el pan.

Lo que sí perdura es el alimento de masa de harina y cocida en hornos de leña, por lo menos en Paccha. Las generaciones venideras de aquellas que madrugaban para arrear a las bestias han optado por mantener el proceso de cocción del pan con sus propios procesos.

Basta con llegar al centro de la parroquia los fines de semana, los domingos, cuando el padre está dando la misa, y preguntar por el pan que se guarda en las canastas de mimbre. Pregunte por tal o cual, vaya por allá, dicen los habitantes.

En la plaza central de Paccha todavía se encuentran las panaderas que hacen el pan en horno de leña. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Solo afuera de la iglesia, en el mercado dominical, todavía hay dos mujeres que siguen vendiendo el pan como en antaño: Bertha Guapisaca y Rocío Espadero.

Toda una vida, como dicen ellas, han estado allí, en los exteriores del templo religioso y en la plaza ofreciendo el pan que hacen en la víspera en sus hornos de leña, cuyo tiempo de funcionando puede contarse de década en década.

“Este oficio viene desde mis bisabuelos. Desde hace 150 años ellos eran panaderos, y nosotros seguimos con la tradición de hacer el pan en horno de leña. Mis abuelos vendían el pan en la puerta de la iglesia, y cuando se conformó el mercadito nosotras nos venimos para acá”, dijo doña Bertha.

Doña Bertha es parte de un linaje muy conocido en Paccha: la familia Guapisaca. Al hablar de ella, las gentes de la parroquia enseguida la asocian con la elaboración del pan en horno de leña.

Carlos Guapisaca es uno de los herederos de la tradición de hacer el pan en el horno de leña. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Una gran parte de la descendencia de los primeros Guapisaca siguen dedicados a preparar la masa y a cocerla en sus hornos. Muchos de ellos no pueden desarraigarse de lo que ya es una tradición porque también les ha servido para mantenerse en el día a día.

Inclusive, quienes llegaron a integrarse a la familia también aprendieron el arte de hacer el pan en aquellos hornos ovalados, como es el caso de Sandra Calle.

Sandra aprendió a seguir los procesos de elaboración gracias a su suegro “Vichi” Guapisaca, un reconocido panadero de Paccha que también le dedicó su vida a hacer el pan en los hornos de leña.

A raíz de ello, Sandra empezó a vender el pan en el mercado 10 de Agosto. Paralelo a esa actividad, Sandra y su esposo Carlos Guapisaca levantaron un paradero para que los turistas se sirvieran sus panes.

Pero el negocio se demoró en avanzar, ya que a Paccha los turistas no llegaban por montones. Sin embargo, de boca en boca, y la pandemia ayudarían a que no solo el trabajo de Sandra y su familia aumentara, sino de varios negocios de la parroquia.

Una parroquia turística

Con la declaratoria de la emergencia sanitaria, decenas de personas, principalmente de quienes se dedicaron al ciclismo de montaña, vieron a Paccha como un espacio propicio por sus pendientes, por su proximidad al Guagualzhumi y, tras su visita, por la gastronomía y el silencio que da el ruralismo.

Luego de ello, ya se pueden contar por cientos los ciclistas que llegan a la parroquia cada fin de semana. Esto ha sido positivo porque los negocios se han reactivado gracias la visita de las personas que viven en la ciudad.

Ante este aumento, el gobierno de Paccha, presidido por Carlos García, impulsa un programa turístico para visibilizar todavía más a las personas que se dedican a hacer el pan en hornos de leña, así como a la parroquia en general.

La idea es que los pobladores de Paccha tengan la oportunidad de mejorar su vida en sus propias comunidades, tal cual lo han hecho los panaderos con su propio esfuerzo y manteniendo una tradición hasta hoy. (I)