Más allá de Olmedo

Edgar Pesántez Torres

Aún hierve la ira ciudadana y la condena hacia un fiscal y tres jueces que sentenciaron a un policía, quien, en cumplimiento de su deber abatió a dos delincuentes por defender la vida de un menor de edad. Pocas veces la indignación llegó al clímax que solo faltó tomarse las calles para defender al cabo primero Santiago Olmedo, cuando se supo del fallo por 3 años 4 meses de cárcel, 10 mil dólares por cada uno de los gamberros y una multa de 10 salarios básicos, es decir 4.250 dólares.

La primera impresión y viviendo como se vive un Estado con crimen organizado, indefensión de la ciudadanía, sobreprotección de los derechos humanos para los malhechores y, en cambio, desprotección para los ciudadanos, con un sistema judicial banal y venal acentuado desde cuando se “metió la mano”, fue de reprobación social unánime. No obstante, hay que esperar la sustentación del fallo para, efectivamente, solicitar reparaciones y, de ser el caso, sentencia a los sentenciadores.

Hay muchos aspectos por observar alrededor de este hecho y otros casos similares para no quedarse en la alharaca e ir al análisis del bosque, en donde están las grandes malezas que enferman y asesinan a la sociedad. Es necesario el debate con serenidad, seriedad y sobriedad sobre los orígenes de la delincuencia, la formación de la escuela de policía, la estructura del sistema judicial y cómo fue elaborada la Constitución y sus componentes, como el Derecho.

No sé por qué se considera al Derecho algo inamovible, misterioso y sagrado como la religión. Hay que tener el valor de decir que, si éste regula la conducta externa de las personas, inspirado en los postulados de justicia y certeza jurídica para regular la convivencia social y permitir resolver los conflictos de relevancia jurídica hasta incluso imponerse coactivamente, debe ser debatido y actualizado de conformidad con el tiempo que vivimos.

Hay que oír a los especialistas, pero no hay que olvidar el hecho importante que el individuo al nacer contiene en sí todas las tendencias delictivas, puesto que trata de satisfacer sus necesidades vitales sin tener en cuenta para nada el perjuicio que ella pueda ocasionar en el medio que le rodea. Solamente la lenta y penosa acción coercitiva de la educación le irá enseñando que su conducta ha de resultar siempre de un compromiso, de una transacción entre sus necesidades y las de los demás.  (O)