Desmitificar el Progreso

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Hay una razón por la cual los proyectos públicos deben manejarse técnica y no políticamente. Y lo digo a razón de los lamentables, condenables y absurdos actos de violencia en contra del proyecto multipropósito Soldados – Yanuncay a manos de un grupo de malhechores extraviados por las aberrantes campañas dedicadas a distorsionar la información, o peor aún, a manos de grupos bien organizados y financiados para actuar como agentes del caos. Sea cual fuera la situación, que aún está por verse, la imagen del camión ardiendo en la vía, presenta la imagen de una sociedad que aún no aprende a resolver sus problemas civilizadamente.

Y es importante rescatar aquí algunos elementos. Primero, el principio de base de la convivencia democrática por el cual el bien común debe primar sobre los intereses particulares de quienes, como en cualquier proyecto de gran envergadura, verán alterada (que no necesariamente significa perjudicada) su normalidad. Y cabe preguntar ¿son los derechos de estas personas más importantes que los derechos de los millones de beneficiarios de la producción de energía limpia? ¿No debemos pensar en ellos también?

Y dejémoslo claro de una vez, para evitar confusiones. La minería en el páramo es una tragedia ambiental y social a la que es imperativo imponerse, porque se lo debemos a las próximas generaciones. De acuerdo. Mil veces de acuerdo.  El detalle, sin embargo, es que el proyecto de Soldados-Yanuncay no es minero. Es un proyecto hidroeléctrico que no guarda absolutamente ninguna relación con cualquier tipo de actividad extractivista. Es, por el contrario, un proyecto pensado para generar energía limpia y por el camino, poner una amplia zona del páramo al cuidado de una empresa que (si tomamos como antecedente la gestión del bío corredor del Machángara) ha hecho su trabajo dentro de los más altos estándares ambientales.

Creo que es hora de empezar a desmitificar el progreso. Creo que es hora de despolitizar la obra pública, de terminar con las mentiras y la desinformación, de poner las cosas claras y, sentados a la mesa del diálogo, resolver nuestras diferencias desde la sobriedad del argumento técnico y nunca desde las trincheras de los apetitos políticos. (O)