El camino de Buda

Edgar Pesántez Torres

Hay dolores del cuerpo que superan cualquier necesidad humana, tan fuertes que se apela al mayor derecho del hombre: morir sin dolor. Entre los más intensos están la Neuralgia del trigémino, que ha llegado a ocasionar suicidios y el Cólico nefrítico, que origina graves reacciones psicológicas. El dolor del alma que provoca la muerte de un ser querido o los desleales son también intensos, solo el tiempo mitiga. Entonces, por higiene mental es pertinente apartarse, al menos por un tiempo, de miserables políticos. 

Habiendo padecido algunos de estos males, he acudido a releer la historia de Siddhärtha Gautama, que hoy quiero compartir con los lectores, quienes, al parecer, están enfermos de la crisis que vivimos.

El príncipe Gautama estuvo protegido por su padre de todo conocimiento de los males de la vida, especialmente del dolor. Le fueron ofertados todos los placeres del mundo: belleza, sexo, licor, comida, etc. Cuando creció se fue a conocer el mundo y en uno de los parques hizo detener su carroza para averiguar por un anciano andrajoso, jorobado, tembleque, feo… A la respuesta que le dieron de ese remedo de hombre, vaticinó que él también llegaría a ser igual. Regresó urgentemente al Palacio, para decir a su padre que no quiere estar más en el mundo, pero éste le insinuó que olvide lo visto.

Salió nuevamente y esta vez encontró a un hombre gritando y revolcándose de dolor. Le informaron que eso le pasa a todo ser humano alguna vez, pues la enfermedad y el deterioro del cuerpo son inevitables. Tornó al Palacio e insistió que quería retirarse del mundo; su padre lo disuadió con deleites y placeres múltiples.  En su tercera salida vio a un hombre que yacía sin vida, y descubrió la muerte. La cuarta vez vio a una persona que caminaba descalzo por el camino, con la cabeza erguida, ignorando de lo que sucedía alrededor. Era un monje que había abandonado el mundo, sus placeres y deleites. Ese camino eligió Gautama.

Después lo llamaron Buda, que significa el iluminado, maestro de la sabiduría, que comprende todo: el sol y el eclipse. Quien conoce la realidad en su multifacetismo, sabe vivir de ella. La suma de nuestras elecciones es la realidad y Buda eligió el despertar: Se hizo, nadie nace, todos nos hacemos. Hacerse es educarse, para eso estamos. Algunos descubrimos esta realidad, solo cuando conocemos el significado del sufrimiento. (O)