Emprendedores endulzan el paladar de los cuencanos

Los comerciantes, en su mayoría familia, ofrecen una variedad de bocaditos.

Abigail Criollo vende sus dulces en las calles Mariscal Sucre y General Torres. Pauleti Navarrete y su hija Silvia adquieren sus productos. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Conitos, rosquitas, donas de chocolate, dulces de piña, empanadas y relámpagos de crema pastelera, etc, es la variedad de bocaditos que todos los días ofrece Abigail Criollo, junto a sus hermanos y primos, por las calles céntricas de Cuenca.

Estos coloridos y blandos manjares, que se desbordan de una canasta de carrizo, tapada con su respectivo toldo, poco a poco se vacía cuando los ávidos clientes, entre conocidos y nuevos, hacen una pausa para ir endulzando la vida “al paso”.

Si usted es dulcero, puede satisfacer su paladar con una gran variedad bocaditos como: conitos, rosquitas, donas de chocolate, empanadas y relámpagos. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Siempre con una sonrisa dibujada en su rostro, Abigail, de 19 años, ofrece estos dulces que a decir de ella son muy “trabajosos” de hacerlos. “Dulcecitos, ricos dulcecitos, lleve los dulcecitos”, expresa para ofertarlos.

Este emprendimiento prácticamente se ha convertido en una tradición familiar, dice muy orgullosa Abigail cuando comparte que todo inició con su tía Norma, quien le enseñó el arte a su madre Lupe Cáceres, y ella a su vez a otros familiares.

“Somos una familia muy grande que vendemos bocaditos en diferentes lugares como: Terminal Terrestre, Centro Histórico, Mercado 9 de Octubre, así como en Azogues, Riobamba, Quito”.

Preparación

A diario elabora 800 dulces de diferente variedad. Para el efecto invierte 30 dólares.

Entre otros ingredientes, Abigail utiliza básicamente harina, mantequilla, manteca, cocoa, huevos, azúcar, azúcar impalpable, levadura, piña, coco.

Su jornada empieza un día antes, exactamente a las 20:00, pues se demora toda la noche y parte de la madrugada para elaborar estos manjares.

“Coge mucho tiempo porque se trata de un trabajo muy minucioso y preciso, sobre todo con las empanaditas que las hacemos a mano; para los otros productos tenemos moldes que nos facilitan la hechura”.

Ventas

En su casa, ubicada en el barrio Cayambe, adaptó un horno a su cocina para elaborar estos dulces que tienen mucha aceptación entre los “golosos” ciudadanos que a menudo rompen su dieta.

“Todos vivimos juntos, pero cada uno hace sus propios dulces, eso sí, la receta es la misma”, sostiene entre risas.

Personalmente sale a vender los dulces desde las 08:00 hasta las 18:00, en las calles General Torres y Mariscal Sucre, en donde también vende su hermana Ruth Criollo y sus primos: Margarita, Jenny Criollo y Irene Álvarez.

La mayoría de veces logra vender el producto por completo, mucho depende del clima. En días de frío y lluvia sus dulces tienen mayor demanda porque la gente prefiere comerlos con una agüita o cafecito hirviendo.

En cambio, cuando el sol brilla y calor intenso domina en Cuenca debe buscar una “sombrita” porque sus productos se pueden derretir.

No siempre cuenta con un lugar fijo para vender sus dulces porque en el centro de la urbe permanente se realizan controles para evitar la venta informal, sin embargo, reconoce y respeta el trabajo que cumplen los agentes de la Guardia Ciudadana.

“No cabe duda que cumplimos un trabajo duro y sacrificado, pero bien remunerado. Preferimos este trabajo porque la ganancia es muy buena…Esperamos seguir creciendo y que esta tradición nunca muera y pase de generación en generación”.

Extras

Los ingresos extras no le vienen nada mal a la joven emprendedora, que también trabaja bajo pedidos. Elabora bocaditos de dulce e inclusive de sal, con relleno de pollo, carne, jamón, queso, salchicha, para diferentes eventos sociales, tales como: bautizos, primeras comuniones, 15 años, matrimonios… Éstos últimos cuestan 0,20 centavos.

“Nuestra misión es servir bien a los clientes, por lo que quiero aprovechar esta oportunidad para poner a disposición el siguiente número celular: 0988227696. Con gusto le atenderemos, no se arrepentirá”, concluyó Abigail, quien empezó en este negocio hace cinco años.

Imposible resistirse a la “tentación”

Pauleti Navarrete caminaba algo presurosa de la mano de su hija Silvia Vallejo por la calle Mariscal Sucre, en donde estaba Abigail exhibiendo sus productos.

Miran de reojo los dulces, imposible resistirse a tamaña “tentación”, que es capaz de romper cualquier dieta.

Sin dudarlo dos veces saca dos dólares de su cartera y pide cinco conitos, cinco empanadas, cinco relámpagos y cinco donas de chocolate.

Mientras saborea un conito espolvoreado con azúcar impalpable, la ejecutiva comparte que a menudo compra estos bocaditos porque son “exquisitos y conservan ese sabor de antaño”. “Cuando los pruebo siempre se me viene a la mente los dulces que preparaban las abuelitas, esos tiempos que nunca más volverán”, recuerda con cierta nostalgia.

Pauleti, igualmente, destaca que compra estas golosinas porque de esta manera apoya a los emprendimientos. “Es importante ayudar de alguna manera a los jóvenes que buscan sobresalir ante la difícil situación que actualmente atravesamos en el mundo entero, sin hacerle daño a nadie”.

Silvia coincide con el criterio de su mamá al recalcar el sabor único de los dulces. “Cuando veo a los comerciantes vendiendo dulces por las calles siempre le pido a mi mamá que me compre, bien sea para el desayuno o el café de la tarde…Personalmente me gustan las donas y las empanaditas que se las puede acompañar con cualquier bebida fría o caliente”. (I)

El detalle

Otros vendedores de dulces vienen de diferentes lugares como: Los Trigales, Riveras del Tomebamba y El Cebollar, a comercializar sus productos en el centro de la urbe.

LAS CIFRAS

0,10

centavos cuesta cada dulce, puede elegir entre cualquier variedad.

50

dólares es la ganancia neta que registra Abigail a diario, si es que alcanza a vender todo el producto.