Símbolos e identidad

Los seres humanos no somos animales aislados, por naturaleza conformamos grupos de diversas magnitudes y naturalezas para lograr mayor seguridad en el desarrollo de nuestras existencias. Más que el frío razonamiento, en nuestras vidas influyen las emociones que nos impulsan a adherirnos o rechazar a otras personas o grupos; en el primer caso logramos seguridad debido a que la pertenencia a un grupo contribuye a dar mayor solidez a acciones y decisiones que tomemos en la búsqueda de lograr metas que las consideramos beneficiosas para nuestras personas y colectividades. Más allá de las familias, se han desarrollado comunidades más amplias como tribus y Estados.

Los Estados internamente están divididos en unidades político administrativas menores a las que, por la cercanía, nos sentimos más estrechamente vinculados. A lo largo de la historia se han configurado símbolos como banderas, escudos e himnos cuya presencia refuerza nuestra identidad. Estos símbolos que surgieron en un momento histórico del pasado, se mantienen a lo largo del tiempo y su presencia en actividades importantes, refuerzan nuestro sentido de pertenencia. Las colectividades no son realidades del presente, su fortaleza depende de una serie de acontecimientos del pasado que las han ido consolidando y fortaleciendo.

Nuestra “Cuenca ilustre de galas vestida” cuenta con estos símbolos cuya firmeza se ha estructurado a lo largo de los años y que, los que realmente nos sentimos cuencanos, hemos aprendido a amarlos. Estos símbolos no envejecen y mientras más tiempo transcurra se incrementa su fortaleza. No vemos que tenga sentido modificarlos ya que la mayor antigüedad consolida su importancia afectiva para los auténticos cuencanos. Es evidente que las generaciones cambian y las formas de vida se modifican, pero ello nada tiene que ver con la importancia del pasado y su permanencia en el presente y el futuro. Los símbolos identificadores deben ser cada vez más respetados.