Saludo a la clase médica 

Edgar Pesántez Torres

El 21 de febrero es fecha gloriosa para la Patria, porque un día como éste de 1747 nació en Quito uno de sus hijos más ilustres: Eugenio de Santa Cruz y Espejo, por cuyo honor los médicos celebramos nuestro Día Clásico, también lo hacen los bibliotecarios. Otras profesiones rinden culto a su figura en fechas distintas, los periodistas, por ejemplo.

Eugenio Espejo tuvo que darse modos para llegar a ser el primer médico ecuatoriano, carrera tan difícil como onerosa y exclusiva de la nobleza. Para el propósito sorteó una serie de escollos, inclusive tuvo que cambiarse de apellido. Igual de titánica fue el camino recorrido por Matilde Hidalgo de Procel, hasta culminar su objetivo de ser la primera médica ecuatoriana, título otorgado por la Universidad de Cuenca, que la acogió para sus estudios después de haber sido rechazada por la Universidad Central.

Soy médico y esto que me ha permitido conocer la enfermedad y su entorno, compartir con colegas de alta calidad humana y científica, inspirarme en paradigmáticos galenos de la historia, comenzando por Lucas, aquel biógrafo de Jesucristo que, sin pertenecer a los 12 discípulos, escribió uno de los evangelios. Dicen que tenía un privilegiado “ojo clínico”, pues, detectaba datos que deplorablemente no fueron conservados ni valorados en su dimensión. Después de la muerte de Cristo interrogó a Pedro y recogió detalles de aquella escena, captó los gestos de Jesús que pasaron desapercibidos a otros autores de los evangelios.

Como este médico evangelista se pueden citar a miles de sabios que mejoraron la calidad de vida y orientaron el sendero correcto de la existencia. Baste nombrar a Hipócrates, Galeno, Esculapio, Gregorio Marañón, Karl Jasper… El escritor de “Charlas de café” y autor de las funciones de la neurona, don Santiago Ramón y Cajal, que cuando falleció, los burdeles madrileños colocaron en sus puertas un crespón, y en el periódico un anuncio que decía: “Ha muerto un gran patriota, un gran científico, un gran cliente”.

Albert Camus en “El hombre rebelde” medita sobre la lucha que sostenemos contra el absurdo que nos rodea, mientras en “La peste” busca dominar la sinrazón a través del altruismo, y toma como protagonista de esta lucha a un médico, el doctor Bernard. Finalizo mi saludo a los colegas con Rodolfo Virchow: “La a medicina es una ciencia social y la política no es otra cosa que medicina en gran escala”. (O)