Se sacaron las mascarillas

Leonard Durán

Era evidente. Desde el aborto de la alianza urdida tras bastidores para tomarse el mando de la Asamblea Nacional se pusieron mascarillas. Hasta se intercambiaban.

Se les fue de las manos el mangoneo del Estado. No se sabe la razón por la cual el gobierno que se aprestaba a dirigir el país decidió salirse del triunviro que olía a rancio, a cólico miserere.

Desde entonces todo les ha salido mal. Pretendieron lavarse las manos dejando pasar el proyecto tributario del Ejecutivo y amagaron por lo bajo. Los unos, creyéndose anti impuestos, como si el país con memoria ya olvidó el impuesto, en 1988, a la circulación de capitales con tarifa del 1 % sobre el valor de todas las operaciones monetarias.

¿Los otros? Los otros tienen como única meta el regreso de su líder, prófugo de la Justicia.

Los unos: los socialcristianos. Los otros: los correístas. ¿No que, entre otros proyectos, acordaron tomarse la Asamblea para formar una comisión que revise la actuación de la Justicia sobre los juicios por corrupción y abuso del poder seguidos a quien supuestamente le enfrentaban vociferando en calles y plazas de Guayaquil?

Ahora caminan juntos. En lo que va del gobierno han amagado poniéndose mascarillas de todo tipo. Unas veces, tapándose toda la cara. Otras, solamente la nariz; y otras, apenas la boca. Todas son de la misma marca. Tienen los mismos respiraderos y hasta los mismos filtros para contener sus malolientes vahos.

Pero acaban de sacarse. Se los ve la cara, el cuerpo entero. Y como el virus de la desvergüenza ya no les importa arremeten con todo. Quieren tomarse, como sea, la Asamblea. El líder parroquial, perdón, el “líder cantonal”, rumiando sus rencores y enconos, envía a sus segundones para que expliquen el matrimonio antinatura, como si en Ecuador reinaría el pendejismo.

Ah, y cuentan con apoyo de algunos wiphalas, también prestos para engullir la misma presa. Esa prenda, por su significado, no luce en nucas de serviles, de “tontosútiles” disfrazados de rebeldes.

El país decente, estupefacto mira cómo, leones, hienas y carroñeros, ya sin mascarillas, abrazaditos aprestan a festinarse la Asamblea. Los de la selva son irreconciliables. Acá, quién lo creyera, conviven, cazan y tragan juntos. Todos quieren impunidad, porque todos tienen rabo de paja. Quieren demostrar que un gato sí puede tapar las heces del otro. (O)