La hora del Horror

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

Desde la curva del camino polvoriento se la puede contemplar. Basta detener el vehículo y acercarse al filo de la quebrada para mirar desde arriba. Allí está. Un edificio gris, hundido en un foso. La cárcel.  Y uno no puede evitar mirar mientras se apodera del alma un morbo malsano. Mirando a lo lejos y tratando de imaginar la vida en este abismo donde no manda dios ni ley. Y será la imaginación tal vez, pero si uno aguza el oído, pueden llegar hasta acá arriba ruidos ininteligibles. Risas, gritos, alaridos humanos. O ese silencio de plomo, como si todos los que allí están callaran de pereza o esperaran la hora del horror.

Llueve y la vida se agazapa en ese velo gris, como tuviera miedo. Sin embargo, de pronto, la pasmosa calma retrocede espantada. Un muchacho aparece sobre una de las murallas. Pecho desnudo, terriblemente delgado, mirada desafiante y unos ojos vidriosos y narcóticos, encendidos como tizones. Intenta escapar del pabellón, sabiendo que es imposible. Y camina mientras tanto por la cornisa del muro. Empapado, aullando de desesperación, con el alma en girones, y un tubo, seguramente en pedazo de cañería arrancado a jalones, que empieza a blandir como un sable. La misma lluvia hace una pausa para mirar: un ángel exterminador, tratando de encontrar la salida del infierno.

No pasarán un par de minutos para que lleguen los guardias o los lugartenientes de los jefes, de los adentro, que son los que realmente mandan en el pabellón gris y ajeno al mundo. Él sabe lo que le espera, pero ya nada importa. Los recibe altivo, empuñando su arma. Poniendo el pecho. Poniendo todo.

Suena un estruendo, seco, lejano, como un latigazo. El cuerpo se dobla. El ave rapaz se envuelve en sus propias alas antes de dejarse caer Haca el abismo que lo espera y lo seduce.  Queda en el aire un silencio tan pesado que la lluvia decide recomenzar su pertinaz tarea. El crepúsculo se empapa. La pausa ha terminado. Nada más hay que ver. ¿O lo habré imaginado todo? Si, tal vez sea solo eso. Un sueño oscuro. Eso, nada más…  (O)