Horrores de la guerra

Como integrantes del reino animal, nuestro comportamiento depende en alto grado de los instintos; pero, debido a que en nuestra especie hay un mayor desarrollo de la capacidad de razonar, tenemos la posibilidad de crear pautas de conducta y tecnologías que, en principio, tienen por objeto mejorar las condiciones de vida y nuestra coexistencia con los demás y los entornos que nos rodean. Los medios para optimizar nuestras relaciones con los demás son evidentes, pero la perversidad, parte de nuestra condición a la que debemos combatir, ha desarrollado tecnologías para la guerra y no mejorar la vida sino destruirla en enfrentamientos con otros, calificados de enemigos.

En el pasado los enfrentamientos armados eran entre combatientes que se habían preparado para este propósito, pero a medida que se ha desarrollado esta perversa tecnología la destrucción del “enemigo” no se limita a los que directamente luchan, sino a bienes y personas de todas las condiciones, sobre todo en los centros urbanos. En la segunda guerra mundial quitaban la vida a personas, se perfeccionaron los bombardeos aéreos que indiscriminadamente caían sobre centros poblados ajenos a los combates, primando la destrucción sobre el combate directo.

En la “guerra” de Rusia contra Ucrania, término utilizado por los invasores para destruir inmisericordemente a habitantes del país invadido y afianzar los afanes imperialistas de los nuevos “zares”, se bombardean ciudades y, al margen de la destrucción instalaciones militares, las bombas destruyen a personas de todas las condiciones. Ucrania denuncia el bombardeo a un centro infantil, lo que es una infamia injustificable. No encontramos justificación alguna para esta agresión armada ya que, el abuso de poder es condenable desde todo punto de vista. La mayor parte de países del mundo han condenado esta invasión, pero predomina la ansiedad de poder de Putin y su gente.