COVID-19: 2 años de duro aprendizaje

Dolor y muerte marcaron los primeros días de la pandemia. Hablar de un final del coronavirus es aún incierto, más cuando han aparecido nuevas variantes. y hasta subvariantes de ómicron que ya hay cinco casos en el país.

Hoy en día varias personas han relajado las medidas de bioseguridad. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Son ya dos años de convivir con la COVID-19. La pandemia modificó el estilo de vida en todo el orbe. Hablar del final de la mortal enfermedad es aún algo incierto, principalmente porque siguen apareciendo variantes y subvariantes.

A lo largo de todo este tiempo son múltiples las historias, los testimonios y las lecciones que ha dejado a su paso el coronavirus.

Jhon Jara, es uno de los sobrevivientes que libró una intensa batalla contra el virus, él jamás creyó que durante este tiempo de encierro de casi 60 días, tenía que salir de su casa a escondidas para realizar actividades cotidianas que quizás antes no las valoraba, tales como pasear a su perrita “Lucía”. “Fue duro el confinamiento porque vivo solo, mis hijos están fuera del país”, comenta.

Jhon Jara, uno de los sobrevivientes que libró una intensa batalla contra el virus. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Jhon actualmente tiene 62 años y muchas experiencias que contar, pero la que le marcó se suscitó cuando literalmente “vio la luz al final del túnel”, pues comparte que no tenía signos vitales en el momento que estaba entubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de una casa de salud privada.

“A los 31 días me dio un paro cardíaco, no resistí. Los doctores les contaron a mis familiares que estuve muerto seis minutos y un segundo, prácticamente regresé de la muerte”.

Jhon, propietario del tradicional Círculo Musical y fan de Pink Floyd, ingresó a la UCI el 2 de mayo y salió el 14 de junio de 2021. “No recuerdo mucho porque estaba sedado, pero lo que más recuerdo era que tenía muchas pesadillas. Si aún estoy vivo es porque Dios me dio una segunda oportunidad, pienso que todavía tengo algo por hacer en esta vida”.

Lamentablemente Jhon, como muchas personas sufren hasta ahora las secuelas del virus. “Cuando me dieron de alta estuve un mes y medio con oxígeno. Pesaba 140 libras, pero salí pesando 101, era un niño grande (sonríe). Salí muy mal con decirle que no podía levantar ni una cuchara. Me cayó el cabello y tengo pérdida del sueño”, sostiene en medio de mucha nostalgia y llanto.

El comunicador social Ramiro Quezada también venció la batalla contra la COVID-19. Cuando declararon el estado de excepción era incrédulo, creía que nunca se iba a contagiar.

Sin embargo, lo peor estaba por venir, después de dar positivo en su trabajo. En ese entonces laboraba en la Prefectura del Azuay.

Su “triste historia”, como él la denomina, inicia el 25 de julio de 2020, una fecha que nunca olvidará porque ingresó a la UCI del hospital “José Carrasco Arteaga”, justo cuando “los doctores aún no tenían la medicina para contrarrestar la enfermedad”.

“Gracias a Dios y a mi Virgencita aquí estoy para contar mi experiencia y también gracias a los doctores y enfermeras que me ayudaron mucho. Ellos, cerca de un mes y medio, me daban de comer en la boca porque me faltaba fuerza”, sostiene el periodista de 56 años con algo de nostalgia.

Ramiro Quezada es otro ejemplo de lucha. Estuvo muchos meses en UCI. Xavier Caivinagua/El Mercurio

No es para menos, pues estuvo entubado más de dos meses, tiempo en el cual no podía despertase de su “sueño profundo”, lapso en el que tenía solamente pesadillas.

El 20 de noviembre recién salió de la UCI, pues tuvo que recuperarse, ya perdió masa muscular, “quedé hueso y pellejo, hecho una calavera”.

Han pasado dos años y todavía tiene secuelas que le dejó la COVID-19, tales como dolor en los talones y las rodillas.

Incluso en los últimos exámenes se evidenció que sus pulmones aún no están al 100 %, pero nada ha sido impedimento para retomar sus actividades, entre ellas el periodismo deportivo.

Hoy en día trabaja en una emisora radial y tiene nuevos proyectos relacionados con el deporte tuerca, su especialidad. “Sin duda que la pandemia nos enseñó a vivir el día a día junto a nuestra familia y a los seres queridos”.

Emociones vividas en primera línea

Las UCI se convirtieron en auténticas trincheras para los médicos que estuvieron en primera línea para combatir la COVID-19.

Fernando Ortega, médico intensivista del hospital “José Carrasco Arteaga”, fue uno de los héroes con mandil blanco que no escatimaron esfuerzos para combatir este virus.

Él, junto con otros colegas, fue entrenado desde marzo de 2020 para “adaptar las labores hospitalarias”. Hasta mayo de 2021 estuvo al frente de la coordinación general de medicina crítica y posteriormente siguió prestando sus servicios en esta misma área. Reconoce que la pandemia cambió la vida de todos y sirvió para revelar las “grandes deudas” que tiene el Gobierno con la salud pública, la más reciente: brindar estabilidad laboral a los profesionales, a través de la Ley Humanitaria.

A nivel personal confiesa que tuvo miedo, pero que nunca se le pasó por la menervir a los pacientes en estos duros momentos, que también les pasó factura física y emocionalmente a la mayoría de médicos.

Una de las experiencias que le marcó la vida era cuando ayudaba a sostener el teléfono a los pacientes que querían saludar o llamar a sus familiares para avisarles que ya superaron el virus. Algunos no lo lograron.

Ortega reflexiona que si el mundo no estuvo preparado para afrontar esta realidad, mucho menos el país, ya que se detectó falta de personal, infraestructura y equipamiento.

Pero no todo era negativo. Uno de los momentos que llenó de alegría fue ver salir de la UCI a los primeros pacientes que estuvieron contagiados. 

También destacó el respaldo que sintieron por parte de la ciudadanía con diferentes mensajes y hasta emotivas cartas que llegaban a los hospitales con frases que les reconfortaban y motivaban a seguir luchando.

Las lecciones aprendidas

Bernardo Vega, docente e investigador, destaca que durante estos dos años de pandemia se aprendió mucho sobre el impredecible virus.

Indica que se puede dividir a la pandemia en “un antes y un después de la vacuna”, pues el Plan 9/100 fue un punto de inflexión, ya que el proceso de inoculación salvó muchas vidas, pese a la ola de contagios semanales en el país, pasando de 13.000 a 56.000.

“Con la vacunación se evitó la saturación de hospitales y mayor mortalidad que se registró en los primeros meses”.
No obstante, destaca que previo a la inmunización se desnudaron algunas necesidades. Así, por ejemplo, se refirió a la capacidad de las camas UCI, tomando en cuenta que este servicio llegó a saturarse.

También habló de la necesidad de regular a nivel de Gobierno los costos de servicios y productos a nivel privado en este tipo de desastres. Muchos se aprovecharon de la situación.

Por tal motivo, la primera lección aprendida es dar prioridad al sistema de salud pública. La pandemia también reveló la necesidad de trabajar de la mano Gobierno con la empresa pública y privada.

Otra enseñanza es valorar más el trabajo que cumple el médico dentro de la sociedad.

Criterios similares tiene José Pazmiño, presidente del Colegio de Médicos del Azuay, sostiene que lastimosamente “la salud no ha mejorado”.

Recuerda que desde el principio de la pandemia, inclusive mucho antes, no se contó con el personal necesario ni tampoco hubo insumos y medicación para cuidados intensivos, tales como los imprescindibles trajes de bioseguridad.

A pesar de permanecer expuestos durante todo este tiempo siempre han tenido la mejor predisposición. “Hemos venido cumpliendo nuestra misión con mucha entereza y dedicación, recibiendo de vuelta el aprecio de las personas”. (I)

Cronología

– 29 de febrero: el Gobierno Nacional confirma el primer caso de COVID-19 en el país.

– 11 de marzo de 2020: fue la declaratoria de la pandemia de COVID-19 por parte de la Organización Mundial de la Salud.

– 16 de marzo de 2020: se declara Estado de Excepción en todo el territorio ecuatoriano.

– 19 de marzo de 2020: inicia el confinamiento, se suspende toda actividad presencial, a excepción de algunos servicios.

ALGUNAS CIFRAS

32,7 millones de vacunas, de las que 14.260.753 corresponden a primeras dosis, 13.656.578 a segundas aplicaciones y 4.792.972 de refuerzo, es el reporte con corte al 14 de marzo.

1.066 nuevos casos de la COVID-19 se sumaron ayer en Ecuador con lo que acumuló 850.765 positivos durante la pandemia, según cifras oficiales.

25.158 es el registro de muertes acumuladas y confirmadas por COVID-19, a los que se suman 10.196 fallecidos «probables» con la enfermedad, para un total de 35.354 defunciones.

MÁS DETALLES

  • La provincia de Pichincha abarca la mayor cantidad de contagios de coronavirus con 312.470 positivos, 576 más que el registro del lunes; seguida de Guayas con 133.271 (51 adicionales).
  • Luego aparecen las provincias de Manabí (54.651), El Oro (49.000), Azuay (40.907), Loja (33.127), Imbabura (29.049), Tungurahua (26.494), Cotopaxi (17.795), Los Ríos (17.208) y Santo Domingo de los Tsáchilas (16.684).
  • El Ministerio de Salud confirmó que la subvariante BA.2 de ómicron ya se encuentra en Ecuador, al reportarse los primeros cinco casos en Guayaquil.
  • Ante estos reportes, las autoridades sanitarias de Ecuador han iniciado un cerco epidemiológico sobre los contactos de las personas contagiadas con esta subvariante.
  • La subvariante BA.2 presenta 40 mutaciones distintas respecto a la variante ómicron, lo que la hace aparentemente más contagiosa, pero de momento «no hay evidencia de que sea más letal», según el Ministerio de Salud de Ecuador.

Por. José Mosquera Baca
jmosquera@54.196.56.88
El Mercurio-Cuenca