Fuera asamblea, fuera

Mario Jaramillo Paredes

La Asamblea tiene un rechazo del noventa por ciento de los ecuatorianos que dicen ¡Fuera Asamblea, fuera! Si se pide a la gente los nombres de diez legisladores, la mayoría no puede hacerlo. Y no puede hacerlo porque gran parte de los legisladores son invisibles, que asisten, pero no intervienen en las sesiones. No hablan. Solamente votan.  Y ganan sueldos de envidia.  Reciben bonos y beneficios especiales Celular de alta gama, gratis y una tablet que algunos ignoran cómo funciona. No pagan aportes. Tienen asesores, tienen inmunidad y cuando entran a la Asamblea para actos especiales con alfombra roja, los Granaderos de Tarqui se les cuadran. Algunos creen que están en el paraíso.

Hay unos pocos – sobran los dedos de las manos para contarles- que tienen formación, experiencia y calidad. No son patrimonio de un solo partido. Los hay en todos, pero son la minoría. A la Presidenta es evidente que el puesto le quedó grande. Es que dirigir al primer poder del estado no es cosa simple ni puede estar en manos de cualquiera. Al igual que ser diputado no debería ser una función que se alcanza sin requisitos de preparación y experiencia. 

 No es verdad que todos los Congresos han sido así. Hubo Congresos presididos por gente de alta talla moral e intelectual y por legisladores de altísima calidad provenientes de la izquierda, la derecha y el centro. Se podía no estar  de acuerdo con sus tesis pero eran gente respetable cuyos criterios pesaban. Hoy algunos se hacen conocer solamente por pedir que roben bien o por pedir cargos, dinero u obras -lo cual también está prohibido- para votar, según lo ha denunciado el Presidente de la Republica.

En medio de este desastre caben dos conclusiones. Primera: los culpables no son solamente los asambleístas. Son los partidos que los escogieron y los ciudadanos que los eligieron. Segunda: es necesario poner requisitos mínimos para ser legislador, al igual que hay requisitos para cualquier función menos importante. No se trata de discriminación ni otras sandeces. Es tema de sentido común. (O)