El rostro del amor

Hernán Abad Rodas

Muchas veces cantamos al amor sin conocerlo, más cuando lo conocemos, abrimos nuestros labios para hablar, y las palabras se transforman en nuestras bocas en un hálito frágil, y las melodías de nuestros corazones, en una quietud profunda.

Cuando el amor con sus sedosas manos llama a la puerta de mi corazón, me pregunto: ¿qué es esta llama que arde en mi pecho y consume mis fuerzas y mis sentimientos?, ¿y, ¿qué son estas alas que revolotean alrededor de mi cama en el silencio de la noche y me mantienen despierto pensando en algo que ignoro, hallando en mis suspiros un deleite que no encuentro en la alegría ni en la risa?

En mi soledad me entrego a una fuerza que me mata y me resucita; hasta que llega la aurora e inunda con su luz mi habitación, duermo entonces, mientras en mis párpados debilitados danzan las sombras, y en mi lecho duro reposan mis sueños.

¿Quién no se ha sentido rechazado, falto de amor, desamparado, solo?, ¿quién no ha llorado ante la injusticia?; ¿Quién no ha tenido que conformarse con la realidad que, inesperadamente nos obliga a decir adiós a los que más queremos?, ¿quién no ha visto todo el dolor, el sufrimiento, y la destrucción que existen en el mundo?; la vida conlleva a enfrentarse a todo esto.

Mayo mes dedicado a celebrar el día de la madre símbolo de amor, debemos saber que ser madre, implica la delicada misión de formar y educar a sus hijos, bajo un marco de justicia, y orientado por los verdaderos valores que engrandecen al hombre, como: la solidaridad, el respeto al derecho ajeno, la honradez, la paz, etc. Sólo entonces una madre habrá cumplido su misión.

Al celebrar el día universal de la madre, pienso que es una pena que, la civilización ha hecho a la mujer más lúcida, pero incrementando sus sufrimientos por la codicia y la vanidad. Algunas mujeres y madres, desafortunadamente caminaban ciegamente en la luz, pero ahora, muchas de ellas caminan en la oscuridad con los ojos abiertos.

Es mi encomiable anhelo, que llegue nuevamente el día, en el que la belleza, el conocimiento y la virtud, aunada la fuerza espiritual, se conjuguen en una madre.

Los que no tenemos a nuestra madre con nosotros, porque se nos adelantó al encuentro con la eternidad, nos sentimos como una isla de paz, en un océano de soledad.

En el campo santo, donde el silencio custodia la tumba de mi madre, y no revela el secreto oculto de su sepulcro, escucho como el viento entona con las ramas de los árboles, un triste lamento: Ella era un hermoso canto en los labios de la vida, y hoy es un silente secreto en el seno de la tierra. (O)