Mitomanía revolucionaria

Gerardo Maldonado Zeas

Rafael Correa instauró la mitomanía como la esencia de sus interlocuciones, sobretodo cuando fustigaba a sus opositores políticos, o quería justificar los múltiples escándalos que ocurrieron en su gobierno.

La más grande de sus mentiras fue aquella de que las acusaciones contra Odebrecht y las revelaciones de la corrupción eran un instrumento “geopolítico y electoral” para perjudicar al binomio Moreno Glas, con la participación de los Isaías, algunos socialcristianos y diferentes fuerzas del mal extranjeras. Con estos argumentos pretendió convencer al mundo que era objeto de persecución.

Su inclinación para mentir se volvió una constante. Las sabatinas eran el espacio perfecto, y el argumento de decirse un presidente progresista, capaz de eliminar las desigualdades, y, por tanto, odiado por las oligarquías del mundo, le llevaron a expresar que la Organización de las Naciones Unidas, le había elegido el mejor presidente del mundo. Risible en alto grado.

Y luego, al alejarse del poder en Ecuador y ser sentenciado a 8 años de prisión, el norte comunicacional se enfocó a mecanismos para defender a sus amigos que iban cayendo por sus fechorías, con argumentos de ficción como en el caso de Glas al decir que era “pura politiquería” inclusive comparándole con Dilma Rouseff, presidenta defenestrada de Brasil.

Pero también tuvo de las otras; recuerdo como al periodista lojano Ramiro Cueva de Ecotel, que fue en su búsqueda a Bélgica, le acusó de portar un arma, quien sabe con que propósito, aunque la policía nunca encontró nada.  Cueva fue golpeado brutalmente por los guardaespaldas, exmilitares españoles de la famosa UCGlobal, que también trabajó para el ejecutivo en el Ecuador, aunque Correa dijo que Cueva, un hombre de mediana estatura, fue el atacante.

Cada vez que algún periodista le entrevistaba, buscaba argumentar sus mentiras, como la de decir que en el palacio de gobierno comían él y sus colaboradores secos de carne en tarrinas, para ahorrarle gastos al país. O aquella intervención en la cual manifestó que Carlos Pólit era un pobre hombre, a quien los amigos cercanos le colaboraban haciendo “vaca” para cancelar los servicios de su abogado. En la Florida, Pólit tenía 14 millones de dólares para pagar su fianza, con lo cual todo apunta que fue parte de un entramado de delincuencia organizada. Mentiras y mentiras, como todo lo de los populistas. (O)