La salud pública

A juzgar por denuncias y plantones de médicos, enfermos y familiares de estos, el sistema de salud pública sigue de mal en peor.

Eso ocurrió, por ejemplo, en el hospital “Enrique Garcés”. Funciona en Quito, y es parte de aquel sistema.

A familiares de los pacientes les mandan a comprar “algunas cosas” para operarles, ni se diga medicinas. Los médicos han hecho cirugías ayudados con la luz de los teléfonos celulares. Pero esto último ¿es posible; es creíble?

La falta de medicamentos ha sido una constante en los hospitales públicos; igual en los del IESS. En ambos casos, el sistema de compras de medicinas ha estado infesto de corrupción; aun la distribución en el interior mismo de las casas de salud.

Los equipos médicos se vuelven inservibles por el tiempo de uso, en unos casos; en otros, porque los dañan a propósito, y su reparación dura años.

Esta realidad fue comprobada por el vicepresidente de la República, Alfredo Borrero, durante sus recorridos sorpresa en los primeros meses del gobierno. ¿Y las soluciones?

La falta de personal médico también es parte del poco grato historial de la salud pública. Ahora, de acuerdo a las denuncias, se despide a galenos y enfermeras. Además, persisten deudas a SOLCA.

El presupuesto de la salud casi nunca cuadra con lo dispuesto en la Constitución, en cuya redacción se hizo constar todo cuanto el papel lo soporte.

El plan de externalización de farmacias y su cronograma no arranca aún. Según dijo el presidente Guillermo Lasso en su informe a la nación, falta poco. Será un mecanismo para la entrega oportuna de medicinas, obviando la burocracia interna, sobre todo la carestía, orquestada a propósito.

A nivel del IESS, ese panorama es similar. Su Fondo de Salud es un harnero.

La salud pública es otro tema apremiante, duro y difícil en manos del gobierno, sin descartar un eventual sobredimensionamiento de la realidad, en cuyo caso urge la transparencia y el asumir responsabilidades. Con la salud de la gente no caben los juegos políticos; peor la desidia.