¿Muerte cruzada o suicidio colectivo?

Leonar Durán

El matrimonio socialcristiano-correísta, apadrinado por rezagos de Pachakutik e Izquierda Demócrata, avanza firme en su proyecto demoledor.

Ya se comió a Guadalupe Llori. Ni bien asumió su reemplazo, Virgilio Saquicela, el asambleísta Ronny Aleaga, el ex Lantin Kings, el de los clavados en la piscina de los corruptos que gozan en Estados Unidos, quiso echar mano de la fiscal general, Diana Salazar, siempre en la mira de aquel matrimonio, la peor bigamia cometida en los últimos años de la historia política del Ecuador. El “pacto de la regalada gana” y el de los “mariscales de la componenda”, quedaron cortos ante esa unión carroñera.

Casi, casi con seguridad, la mayoría pasajera del Consejo de Participación Ciudadana será comida por esos bígamos. Luego, el resto les será “pan comido”.

En este país, podrido por la corrupción, por la desinstitucionalización, esos transexuales políticos pondrán un contralor corrupto que les tape y desaparezca todas sus trapacerías; un fiscal que se acomode a sus perversidades; un procurador que se ajuste a sus intereses protervos; y, tal como pintan las cosas, una administración de Justicia a imagen y semejanza de sus andanzas por los lodazales.

Hasta ahora todo parece que les está saliendo a la perfección. Cuentan con el apoyo soterrado de “tontos útiles”. Unos “don nadie” se aventuran a pedir la revocatoria del mandato de Guillermo Lasso; otros, con el mismo discurso de décadas, anuncian movilizaciones indefinidas. No ganan elecciones, pero quieren gobernar.

Pasadas las elecciones de 2023 irán por el Consejo Nacional Electoral, el otro botín para fraguar sus porquerías.

¿Se presenta otro momento político para que Lasso aplique la muerte cruzada, que es lo mismo a decir “si me voy yo, nos vamos todos”?

Claro, es posible, que tras ese eventual arriesgado paso, todo cambie para que nada cambie; que los corruptos, aun estando prófugos, pesquen a río revuelto, pero será la oportunidad para que la gente de a bien les vomite.

En ese escenario, es posible que Lasso no sea reelecto; pero puede ser la ocasión para que la gente aplique eso que tanto quiere: “que se larguen todos”.

Sería una especie de catarsis popular. Un gobernante podría reencontrarse con su casa, con su banco, en tanto los remedos de asambleístas serían echados, con fuete limpio, como hizo Cristo al sacar a los mercaderes que deshonraron la casa de su Padre.

Así las cosas, no solo será una muerte cruzada, sino un suicidio colectivo de la clase política, que no solo fastidia, sino que apesta. ¡De una vez! ¡Qué caray! (O)