Las calles como testigos

Nancy Negrete Martínez

Por todas sus especificidades, las calles se convierten en lugares para ser investigados, porque muestran esa estrecha relación que existe entre el comportamiento colectivo, la identidad y ese sentido de pertenencia con el que todos nos identificamos y, por ende, también con lo que sucede en su entorno, así como en otros espacios públicos a los que consideramos democráticos.

Nuevamente, como hace ocho meses, las calles vuelven a ser testigos de la presencia de las masas, que cobran vida en la necesidad de esa práctica social simbólica que, por lo general, cuestiona el significado de lo que representa el poder.

En esa transformación de relaciones, los representantes del campesinado se apropian de la ciudad, utilizando las calles como testigos de esas angustias, preocupaciones y, a la vez, convirtiéndolas también en su amparo.

Las masas encuentran en las calles su espacio de presencia, de manifestación armónica y conflictiva, en las que se evidencia su perspectiva de entender la concepción del mundo, de la vida, así como de las normas y los valores.

En este contexto, la  memoria colectiva se convierte en un aspecto fundamental para entender adecuadamente los fenómenos sociales, las conductas colectivas y el estado socioemocional de las masas. En cambio, el fenómeno de las masas nos hace abrir el pensamiento para mirar con un espectro más amplio y comprender que los procesos homologantes no son unilineales. Solamente debemos revisar ese claro sentido histórico y social que guardan por décadas las calles, en donde las masas se manifiestan y actúan cuando, desde el poder, no les conceden otras vías de expresión.

Lamentablemente, en poco tiempo estas realidades conflictuales que vivimos en la actualidad, quedarán en la memoria de las calles; porque el recuerdo y, luego, el olvido, son inherentes solo del sujeto social. (O)