Tercer lugar

Aurelio Maldonado Aguilar

Que gran deshonor. Ocupar el tercer puesto en el mundo en decomisar droga, es una gran indignidad. Siendo un país minúsculo, supuestamente fácil el control de fronteras y mecanismos de negocio del azote humano que es la droga, se vuelve inverosímil saber que llegamos al podio por el decomiso de cientos de toneladas de cocaína. No somos productores, pero tenemos un vecino que lidera la producción y nos involucra en el ilícito, con sus bestiales consecuencias, que son el nido de donde nacen monstruos de miles de tentáculos malignos, fuertes y que se vuelven intocables. Razonar el por qué llegamos al sitial, no es del todo difícil, pues el detestable prófugo y su séquito de delincuentes, se alío y recibió dineros de organizaciones narco delictivas conocidas y de vieja data como las FARC para su campaña y no contento con esto, les entregó parcelas seguras dentro de nuestro país para madrigueras que ofrecían seguridad a estas alimañas, lugares que incluso bombardeo Colombia con el berrinche del innombrable. No es casualidad y en nombre del nacionalismo, liquidó la base de Manta controlada en nuestra ayuda y mantuvo dañados radares chimbos para dar libertad de acción a los traficantes. Fabricó aeropuertos claves por su cercanía a la costa y en pueblos poco habitados donde no se posan ni moscas, para de esta manera guardar obligatorio recato y claro, la famosa refinería del pacífico, una inmensa pista de aterrizaje solitaria y tétrica ideal para menesteres de exportación silenciosa, oculta y cómoda de droga. Con este prólogo, vislumbramos el epilogo de nuestra descomposición a todo nivel, pues don dinero y riqueza fue siempre el mayor productor de corrupción, como la que vivimos en entes de gobierno como asamblea, poder judicial a cuyos jueces mueven como fáciles alfiles y entes de control y estamentos que se suponen democráticos. El dinero sucio y su tráfico desencadenan monstruosas consecuencias con pandillas que se matan cruelmente en cárceles por controlar poder, desenfrenados asesinatos y diarios sicariatos, a grandes luces por mantener territorios y desde luego los desmanes y paros por el mal cacareado derecho a la protesta, junta infiltrados sabios en guerrilla urbana, que reciben dinero fresco y fácil para movilizaciones, alimentación y necesidades de un indigenado engañado, desatendido y pobre listo para ser carne de cañón. Nuestro ignominioso tercer lugar pasa factura apocalíptica en la que nos enredaron los maleantes socialistas y sin ayuda internacional y sin un gobierno y fuerza pública dispuesta a todo, nos hundimos en el fangal de polvo blanco. (O)