Los rostros del hambre

Hernán Abad Rodas

Hay que caminar por las calles para mirar los rostros del hambre, las manos desesperadas vendiendo tanto cachivache, los gritos monótonos del competitivo mercado de la angustia. Fantasmas, anatomías esqueléticas, creadas por el saqueo de bienes nacionales, la corrupción y el cinismo de catorce años de infamia, deambulan por la ruta del dolor.

Los pobres de nuestra patria padecen hambre, desempleo y soledad, sufren mucho, pero ignoran las causas de sus desdichas, y éstas los convierten en desventuradas criaturas que se debaten entre dos fuerzas; la primera, los impulsa hacia arriba, y les muestra lo hermoso de la existencia, a través de una nube de sueños; la segunda, los arrastra hacia la tierra, haciéndoles recorrer el bajo mundo, donde el polvo llena sus ojos y los anonada de temores y de hostilidad.

Rumbo a mi trabajo, veo como el rostro de los niños de la calle refleja el peso de su tristeza, pues sienten en su inocencia como la delincuencia organizada saqueó al Ecuador. Sus almas tiemblan con la brisa del río, abren sus corazones en la aurora, y como lirios vuelven a cerrar sus pétalos al llegar las sombras de la noche y con callada tristeza ven frustrados sus sueños de un futuro mejor.

Bajo la tenebrosa sombra de Rafael Correa, el escultor de los rostros del hambre, la corrupción, la mentira y la manipulación de la justicia, como oscuros nubarrones continúan su incontenible avance cubriendo todo el territorio nacional. Aquellos valles y montañas de nuestra geografía que pusieron fuego en la imaginación, y en el corazón, de nuestros libertadores; ven como una red de oscura desesperanza, cobija a nuestro país.

Con la grave situación política, social y económica, agravada por el paro de la CONAIE, los pobres lo serán más, los indígenas más resentidos, los terroristas más numerosos, los ricos más millonarios y los políticos, con honradas excepciones; seguirán viviendo parasitariamente de lo poco o mucho que ellos produzcan, y manteniendo el retraso nacional que les permite existir cómodamente, sin trabajar, y dispuestos a pactar con Dios y con el diablo a la vez, para mantener sus privilegios, y, continuar con su indigencia ética y moral.

Devoramos el pan de la caridad que nos ofrecen los gobiernos populistas, porque estamos hambrientos; nos revivifica temporalmente, luego nos mata.

Las formas caudillistas, populistas, corruptas, terroristas, delincuenciales. así como el socialismo retrogrado, no son democracia, sino tumultuaria esclavitud de los pueblos. (O)