El federalismo de Nebot

Gerardo Maldonado Zeas

Al inicio de una campaña electoral, siempre Jaime Nebot se ha mandado unas de campeonato. Ocurrió al entregar “la posta” simbólica a Cynthia en 2018, enardeciendo a las masas al decir: “Que no te preocupe la crítica, sobre todo cuando viene de amargados y politiqueros”, refiriéndose a Jairala y sus compadres de UNES, con quienes no ha tenido empacho en juntarse, en esa novela de terror que vive el Ecuador, con los pactos políticos en los cuales se mezcla la mazamorra con el aceite. El jueves pasado Luis Almeida mocionó la destitución de Yeseña Guamaní (ID), segunda vicepresidenta de la AN, consiguiendo 87 votos de las tendencias a las cuales, cuando le conviene, fustiga Nebot. Ahora buscarán repartirse las vicepresidencias (AN); y luego, se infiere, buscarán el CPCCS, Fiscalía, y Contraloría.

Hace pocos días se despertó “federalista”, y propuso el cambio de la historia para un país azotado por las “desigualdades”. Un discurso entre bucólico y citadino, que invoca el patriotismo, la lucha por mayores ingresos para Guayas y Guayaquil; luego de más de 20 años de gobierno socialcristiano en prefecturas y alcaldías, las inequidades se han multiplicado. Cynthia condecoró a Nebot en marzo pasado por el aniversario de la Fundación Malecón 2000; luego de dos meses, se oficializó su candidatura para 2023. Ella necesita apoyo, por su discurso débil ante la presunta vinculación de la Municipalidad con su exmarido y, los fuertes contratos de asesoramiento comunicacional con el amigo íntimo del correato, y actual esposo, Juan Carlos Váscones.

Pero lo del federalismo, que Nebot creyó, serviría para apuntalar a sus mimadas, la alcaldesa Viteri y prefecta Gonzalez a la reelección, más bien por su análisis fatuo e impreciso de un tema extremadamente serio, que a quienes conocen de sus dificultades les sigue tomando años encontrar la fórmula del cómo hacer, ha ido disolviéndose entre la crítica de los expertos, y la práctica de la acción. Ahora dice que será un camino largo de recorrer para alcanzar el propósito, pero para eso primero ya no se debe votar por los de siempre; entonces, por un simple silogismo, el PSC estaría fuera. Si así sintiese de verdad, sería un extraordinario manifiesto, una declaración iluminada, una traición a su inconsciente colectivo. Pero como los ecuatorianos no le creemos, seguirá rondando en el espectro político, como una de sus tantas alocuciones, que han convertido al Ecuador, en un país de politiqueros irresponsables y sableadores de casta. (O)