Migración y Miseria

Marco Carrión Calderón

Es causa de mucho dolor para las personas que tienen solidaridad con los seres humanos y con sus necesidades más elementales como comer, tener un lugar donde poder dormir, vestirse, etc. el ver la enorme cantidad de inmigrantes que siguen llenando nuestras calles, plazas y avenidas. La mendicidad, falsa o verdadera, que ejercen esas personas es algo que causa profundo dolor. Cuántas de ellas optan por la prostitución como una degradante forma de subsistir.

Por si todo eso fuera poco los noticieros, diariamente, nos hacen conocer la tragedia espantosa de los haitianos que huyen de su país porque la miseria allí es imponderable; prefieren morir antes que seguir viviendo en su propia tierra en donde sufren, además de esa miseria, la violencia y la persecución estatal. Esas pobres e infelices personas buscan en dónde poder trabajar y conseguir algo de dinero para vivir como seres humanos, así sea en mínimas condiciones.

Iguales consideraciones podríamos hacer del éxodo interminable de cubanos, venezolanos y nicaragüenses que no paran de salir huyendo de sus países. Nadie en su sano juicio sale de una patria en la cual viven bien, en la cual disponen de vivienda, salarios para pagar las necesidades básicas de sí mismos y de sus familiares. Pero si salen a la fuerza porque su patria se ha vuelto intolerable, eso es una espantosa desgracia. Ver esos desfiles pavorosos de hombres que cargan niños en sus hombros y acarrean poca y pobres pertenencias, caminando kilómetros y kilómetros para llegar a fronteras en las que encuentran dificultades e imposibilidades de pasar. Viven y duermen a la intemperie, con lluvia, bajo el sol, sufriendo los tremendos fríos y calor in soportables.

A los defensores de los dictadores y sátrapas de Cuba, Venezuela y Nicaragua les pregunto si hay alguna racional explicación para ese éxodo vergonzoso y cruel de los habitantes de los respectivos países. Por más que se quiera ocultar la tragedia de aquellos y echar la culpa al “imperialismo” no puedo comprender la diferencia entre los paraísos socialistas y la realidad en que son obligados a vivir, mientras los “gobernantes” en esas cárceles viven con toda comodidad y lujo.  (O)