¿Mesa de dialogo?

Aurelio Maldonado Aguilar

El diálogo está basado en respeto y sinceridad. Con él se logra enormes opciones de entendimiento a todo nivel, desde grandes conversaciones de líderes mundiales para evitar guerras y conflictos, pasando por razonamientos para zanjar reyertas domésticas y matrimoniales. Mesas de diálogo dicen ser las que ocupan tiempo a gobiernistas y dirigentes del indigenado. Yo lo dudo, pues diría que vivimos en un estado bicéfalo con otro poder paralelo al democrático. Incluso y de una manera más drástica opinaría que el gobierno de Lasso es un sumiso ente dominado por fuerzas que lo único que saben es protestar y obrar con subversión muy bien planificada, dirigida y subvencionada por ocultos mecenas que sacan réditos políticos para allanar raterías y asaltos al país y grupos millonarios que manejan el narcotráfico como empresa internacional, donde el Ecuador es socio estratégico por su localización privilegiada, en claro papel de caleta y punto de expendio a nivel mundial, con pistas clandestinas y puertos comprados y controlados en sumas millonarias, para simplificar así vigilancias y embarques. Mesas de diálogo, donde el gobierno sale eufórico a pregonar grandes acuerdos logrados, mientras que la dirigencia indígena firma, pero en seguidilla dice que lo convenido no es suficiente, lo que aclara una nueva revuelta en unos meses, pues no les conviene arreglar nada, a pesar de que tienen con la soga al cuello a un gobierno débil y timorato que les va dando gusto en todo lo que aspiran, en clara y total impunidad y extorsión. Duele pensar que los delitos atroces cometidos y visibles en los disturbios como interrupción de servicios y vías públicas paralizando el país, daños de propiedad pública y privada, saqueos, robos, envenenamiento de agua de ciudades, sabotajes a pozos petroleros, abusos sexuales, etc son galardones a la bravura inconsecuente y torpe de revoltosos claramente dirigidos y una masa controlada por su precario entendimiento y cultura, en vez de ser juzgados como delincuentes que son. Pero está claro y muy claro que existe un poder paralelo del indigenado, al que no conviene, para no desgastarse, estar en el poder democrático, pues no sabrían que hacer con él y perderían su revanchismo y fuerza sediciosa. Es penoso decirlo para los que teníamos esperanza en Lasso y su gobierno, que está arrinconado, temeroso, maniatado, débil y sucumbido por un mar de corrupción, que sigue pavoneándose como mal endémico. (O)