REMEMBRANZAS (I)

Jorge Dávila Vázquez

Rincón de Cultura

He contado alguna vez que una noche, hace muchos años, se reunieron Alfonso Carrasco Vintimilla, nuestro gran crítico; Juan Valdano -entonces cuentista, ensayista y Profesor universitario, y el inefable Edmundo Maldonado, periodista y Maestro de la U. de Cuenca, y planearon, talvez un poco  en plan de juego de imaginación, el organizar un Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana, que, en su apogeo, se convertiría en la más importante acción cultural de la ciudad, y me atrevería a decir, del país,  en su campo específico: la producción literaria.

Edmundo evocaba que hacia el final de la reunión, lo que habían decidido era invitar al mayor número posible de grandes literatos ecuatorianos, y que Alfonso dijo que por qué no a unos cuantos grandes de la producción literaria latinoamericana, en pleno Boom. “Cuando nos separamos era tan extensa la lista, que creo incluía hasta al Padre Eterno.” Bromeaba nuestro amigo.

Lo cierto es que en poco tiempo se hizo realidad, con el soporte de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad cuencana, cuyo decano de entonces, Mario Jaramillo, fue un pilar fundamental de las primeras convocatorias.

La Universidad jugó un importante papel, pues, aunque siempre agobiada por limitaciones económicas, tomó a su cargo la financiación básica del Encuentro, considerándolo como parte esencial de la Institución.

José Cordero Acosta cumplió un rol fundamental en la Asamblea Nacional, que presidía, pues logró una asignación específica para tan trascendente acción, que duró largamente.

Claudio Malo y más tarde, Raúl Vallejo, desde el Ministerio de Educación, se ocuparon también de importantes apoyos económicos.

Y no hay que olvidar el rol que cumplió el Banco Central del Ecuador, entonces el mecenas mayor de la cultura ecuatoriana, que no solo apoyó la venida de importantes figuras literarias del país, si no que hizo que su gran Revista Cultura dedicara números monográficos a la recopilación de las Memorias del evento.

Estos fundamentos permitieron que, además de las figuras notables de nuestras letras, el Encuentro pudiera contar con importantes nombres de Latinoamérica, y con grupos de arte, inolvidables, como el Teatro Hispano de Nueva York y sus versiones de La Celestina de Rojas y el Zoo de cristal de Williams. Seguiremos.