Conciencia educativa

Nancy Negrete Martínez

Este  mes, las unidades educativas de la región sierra- amazonia en todos los niveles, inician su periodo escolar. Ante este panorama lleno de optimismo, es oportuno analizar la importancia de la toma de conciencia sobre el proceso reflexivo que hace el docente, y su impacto en la formación de la enseñanza-aprendizaje.

La formación de seres humanos es una tarea muy compleja. Cada uno de ellos es un mundo particular, con sus propias características, en la que el docente debe tener la preparación y apertura para poder trascender de sí mismo y llegar a los demás, a pesar del contexto, a pesar del entorno y de las necesidades. De ahí que el docente no debe convertirse solo en aquel crítico lleno de obstáculos sino saber reconocer que, pese a todo, hay avances y proponer soluciones a favor de ese proceso transformador, humanista, ético, moral y social que es el ejercicio docente.

Vasconcelo decía: “no basta con hacer vivir dentro del aula, es necesario saber por qué y para qué se vive”. Por lo tanto, el docente, como un acto de conciencia, debe reflexionar para qué servirá esa enseñanza; y, con ello, buscar en su interior lo místico de la docencia.

Se añade que, aunque la educación siempre será un proceso de mejora permanente y personal; debe sumarse el análisis de la práctica, del aprendizaje de las experiencias, de la evaluación y reflexión de nuestro actuar anterior, a fin de responder de mejor manera a las necesidades, no solo cognitivas, sino también de lograr un impacto en la transformación de esa realidad, pero siempre, desde una conciencia plena a favor de la humanización.

Por ende, todo acto de conciencia nos lleva al hecho de la coherencia entre el pensar y actuar y, lo más importante, de tener presente por qué vale la pena luchar por mejorar la calidad educativa. (O)