Fortaleza frente a la crisis

Hernán Abad Rodas

En crisis, se pone a prueba no sólo la fortaleza y la capacidad de cada uno de enfrentar a la adversidad, sino también nuestra escala de valores, la solidaridad con los demás.

Con la crisis, hay una mayoría que pierde y una minoría que gana. Entre los que pierden, predominan sectores medios y pobres, aunque no todos sufren por igual. Crece el desempleo, la indigencia, la desnutrición, el hacinamiento, la inseguridad general. Aparecen “nuevos pobres”, clase media que se desliza hacia la escasez. Grandes mayorías, se sienten castigadas, por una sociedad atemorizada.

Frente a esta situación, ¿cómo reaccionan los sectores menos afectados por la crisis?, algunos con mezquindad, otros dignamente. Pero también hacen presencia los que lucran con la crisis a expensas del dolor ajeno; los que luchan únicamente, por su propia salvación, aunque sea pisoteando a quienes haya que pisotear, para salir indemnes; otros dirigentes sociales, indígenas y políticos protegen lo suyo, aunque traten de ayudar a los más afectados, trabajando por un desarrollo socio económico con justicia.

Muchas personas, a pesar de la crisis económica, no cambian su nivel de vida en forma drástica, sino marginalmente; ajusta sus gastos, pero no desaparecen sus múltiples diversiones, sus segundas residencias, membresías y el consumo superfluo.

La vida moderna, se ha encargado aparentemente, de disminuir la importancia que tienen valores como: la ética, la moral, la justicia, la paz, la dignidad, el compromiso y el sacrificio.

En situaciones extremas, la miseria material, puede conducir a la pérdida de sentimientos, y nada es peor que eso.

Como las clases dominantes y los gobiernos anteriores no supieron reivindicar a los menos favorecidos, cocinaron a fuego lento el caldo de cultivo para el triunfo de políticos y dirigentes populistas de toda especie que capitalizan el odio y la confrontación para enriquecerse ellos y su manada bajo una aureola de corrupción y cinismo espeluznantes, para luego fugar de sus países con el santo y la limosna y con la venia de una justicia que vive en cautiverio del poder político.

Las formas caudillistas, populistas, corruptas, terroristas, delincuenciales. así como el socialismo retrógrado, no son democracia, sino tumultuaria esclavitud de los pueblos.

Enfrentarse a los obstáculos y a las pruebas, es más noble que refugiarse en el conformismo. La mariposa que da vueltas alrededor de la lámpara hasta la muerte, es más admirable que el topo temeroso que vive en un túnel sombrío. (O)