¿Ciudadanos o electores?

Análisis político Marco Salamea Córdova

Considerando que el término ciudadanía es sobre todo un concepto político que se vincula con la participación activa y permanente de las personas en los asuntos públicos, y que supone por ende su organización autónoma y la creación de un espacio público distinto del estatal, resulta claro que en Ecuador asistimos más bien a un proceso creciente de ausencia de ciudadanía o de “des ciudadanización”.

En el mejor de los casos, lo que existe en el país es la presencia de “ciudadanos(as)” en su acepción clásica liberal, es decir, como individuos portadores de intereses privados, cuyo máximo nivel de participación en la sociedad llega básicamente al ejercicio de su derecho político-electoral, al voto. En esta medida, a lo que asistimos es a un empobrecimiento del propio individuo-ciudadano, a su conversión en mero elector, en cliente e incluso en consumidor; algo que es muy común también a la realidad política latinoamericana.

Si en concepto de ciudadano o ciudadana es un concepto esencialmente político, que da cuenta de la politización de las personas, del abandono de su condición de meros habitantes o pobladores, o clientes, lo que se evidencia más vale son diversas formas de despolitización de la ciudadanía; una situación causada en gran parte por el desprestigio creciente de la política y de los políticos.

En este sentido, la participación de las personas en los numerosos procesos electorales que ha habido, sobre todo en los últimos 15 años, has sido participación meramente electoral; pero no ha significado, per se, una participación política real y una politización; de la misma manera que abundantes elecciones no significa que hay abundante democracia.

En este marco de des-ciudadanización, la posibilidad de democratizar el funcionamiento del Estado y de la propia sociedad ecuatoriana ha ido quedando de lado; pues la existencia de la ciudadanía, y no de meros electores, constituye una condición para la existencia de la democracia en su sentido lato.

Aún más, la existencia de verdaderos ciudadanos(as), y no de simples habitantes o electores, es una condición para que el voto en elecciones sea un voto reflexivo o de opinión, y no un simple voto clientelar o emocional por cualquiera que se presente como candidato(a). (O)