El futuro de nuestro país

Eduardo Sánchez Sánchez

Está condicionado por la realidad y no por la baratija de ofertas que se enriquece en período de campaña electoral, donde lo quimérico se vuelve factible, y el cuento de hadas se torna realidad.  La sociedad está en suspenso, cada estamento va perdiendo credibilidad. Hagamos un breve recuento de lo sucedido con la célula de la sociedad llamada familia, inmersa en un verdadero caos de fragilidad, verdaderos cuadros de dolor para los niños que pagan la crisis. Qué ocurre con los narco generales, con los policías cómplices de la criminalidad. Sí hacemos memoria de la historia reciente, concluiremos que rompieron al IESS, que lo utilizaron como “caja chica” con malos manejos de lo más sagrado como es la salud de los trabajadores o la jubilación de quienes han cumplido su ciclo de aporte a construir.

Los políticos quieren llevarse el aplauso y el reconocimiento de lo positivo en un país de inequidades e impunidad, sin fuentes laborales en una sociedad donde la migración y el dolor han hecho presa de una gran parte de la población,  donde todos los días nos informan de escándalos entre los diferentes estamentos del poder político y el olvido que hacen de la verdadera pobreza que lacera a la sociedad, en virtud de que ellos que captaron el voto y alcanzaron la posición deseada, olvidaron automáticamente su verdadera misión al percibir emolumentos pagados por el pueblo.

País donde las leyes se escriben sobre el papel,  sin futuro  para el crédulo elector que confió en el baratillo de fatuas y falsas ofertas, donde los magnates de la política se enriquecen a costa del hambre popular.

Sin justicia moral que es un modelo de bien, que no se sigue sino en teoría. Según Aristóteles, “la justicia distributiva es el igualitarismo en una sociedad”, sin los vivarachos ni oportunistas. (O)