Violencia

Tito Astudillo Sarmiento

Creo que nadie, absolutamente nadie, ni el más pesimista de los agoreros del desastre imaginó que, tras el macabro estribillo de “no queremos ser Venezuela” se escondía el camino hacia Gótica…

Y es que, entre guasones, pingüinos, acertijos, demagogos y políticos facinerosos; la delincuencia campea en un efecto bola de nieve que rebasó por mucho y hace mucho la capacidad de un estado debilitado por la corrupción e incompetencia.

Los centros de rehabilitación convertidos en campos de batalla, la escuela de policía escenario de un crimen que nos deja un sabor de encubrimiento, al menos de un sector de la institución guardiana de la paz y la seguridad, el sicariato salió de las telenovelas a las calles; bandas organizadas recorren las calles y operan más allá de los límites de una debilitada, institucional y moralmente, policía nacional.

Entre guasones, pingüinos, acertijos, demagogos y políticos facinerosos vivimos en la frontera misma de la siguiente crisis, la más profunda y devastadora; una crisis sin camino de retorno; esa crisis que se desata cuando perdemos la brújula de la moral y el sentido de la justicia como plataforma de relaciones.

Entre el miedo y la ira caminamos sin rumbo en la cornisa de un modelo clasista y xenofóbico que mira, entiende y práctica la violencia como forma de defensa y relación.

Entre Venezuela y Gótica la falta de liderazgo de un Gobierno más preocupado por contener el desplome de su popularidad y credibilidad que se reflejan en la falta de gobernanza y gobernabilidad que, por enfrentar y solucionar las profundas contradicciones en que se desarrolla lo cotidiano de nuestras sociedades.

Entre Venezuela y Gótica; rodeados de guasones, pingüinos, acertijos, demagogos y políticos facinerosos caminamos en la cornisa de la transformación que nos proyecte hacia el futuro que pretendemos legar a la historia y la sociedad que aspiramos superar por derecho, por vocación… (O)