No al amedrentamiento

En países signados por la narcoviolencia el trabajo periodístico es uno de sus blancos. Lo vivió Colombia durante la era de los famosos “patrones”. Ahora lo sufre México, donde centenares de periodistas han sido asesinados.

Los Gobiernos y la Justicia, pese a las peroratas cuando ocurren atentados a medios de comunicación y se asesina a reporteros, hacen muy poco para esclarecer los hechos y sancionar a planificadores, ejecutantes, cómplices y encubridores de esos delitos.

Eso se ve, por ejemplo, ahora en México, donde el silencio todo lo cubre, incluyendo la pasividad manifiesta de su Gobierno.

A estas alturas nadie duda de la penosa realidad del Ecuador: el narcocrimen está a la vista de todos. Enfrenta incluso al mismo Estado. Y lo hace con todas las armas a su alcance.

En estos días, el diario Extra y el canal de televisión RTS han sido víctimas de amenazas mediante panfletos intimidatorios. Las puertas de la televisora fueron baleadas.

Las investigaciones determinarán dónde se gestaron y quiénes ejecutaron tan cobardes acciones. Ojalá la Justicia haga lo suyo.

Los medios de comunicación informan los acontecimientos del día a día. Entre ellos, los derivados de la ola criminal, uno de los componentes del ADN del narcotráfico.

Hijo predilecto de esta actividad, la más lucrativa del mundo, es el lavado de dinero, en cuyo tenebroso túnel caen hasta ciertos políticos.

Sobre eso informan los medios de comunicación con total rigurosidad. El aval a este trabajo lo dan los lectores, pudiendo hasta criticarlo en un ejercicio pleno de ciudadanía y porque esa es la naturaleza de la comunicación.

Claro, eso es una cosa; otra, muy distinta, es intentar callar, amedrentar, acaso matar periodistas.

El Gobierno debe tomar nota de lo sucedido con diario Extra y RTS. Cuidado con permitir la réplica de cuanto sucede en México con relación al trabajo periodístico. Sería nefasto.