Deberes de un ciudadano

Edgar Pesántez Torres

Nunca estará por demás referirse a los deberes y obligaciones de un ciudadano, más cuando los agitadores sociales y políticos sólo soliviantan por los derechos que se tiene, soterradamente en beneficio propio e inadvirtiendo exprofesamente los deberes que se debe tener con el vecindario y la ciudad donde se vive.

La fuerza de la costumbre lleva a aceptar como normal el irrespeto y el abuso a códigos y buenas costumbres, principalmente por aquellos que piensan que el poder económico o la influencia social o política constituyen el principio fundamental para imponerse sobre lo dispuesto por las leyes humanas, naturales y hasta divinas para los creyentes.

Para esta ocasión una prueba al canto: la utilización indebida de calles y veredas por todo tipo bípedo, implume y cínico, desde vivanderas hasta conductores, cruzando por el mozalbete y el pasado de años, para quienes las ordenanzas y normas sobre los espacios públicos no cuentan.

Pese a las prohibiciones expresas de regímenes municipales, cualquier caprichoso pone un aviso de “reservado” en estos espacios y nadie más puede utilizar.

Si antes había quejas y se gimoteaba porque en algunas calles se impedía el normal tránsito vehicular, hoy se ha hecho costumbre estacionar a doble hilera en pleno centro de la ciudad, lo que hace imposible la circulación.

Lo dicho sucede en las vías circundantes a instituciones educativas y entidades públicas, lugares en donde se recoge a estudiantes y oficinistas, para lo cual los conductores se parquean a doble hilera.

En ninguna otra ciudad se ve con tanta desfachatez esta conducta irrespetuosa. Esto no debe continuar, pues, tanto los propietarios de las unidades cuanto las autoridades encargadas del tráfico, tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir la ley y el respeto a los demás.

Otro caso de atropello es el uso de las calles y veredas para negocios. Hay lugares en donde cuadras enteras las veredas son utilizadas para la venta de verduras u otros alimentos, convirtiéndolas en mercados lineales. Igual acontece con quienes venden frituras, cafeterías, talleres de mecánica o electricidad… ¡Nadie dice nada! Según malpensados, esto se debe a que los supervisores son bien lubricados.

La ciudad y su derredor se está un caos, ahora profundizado por la campaña electoral en que se arreglan calles, veredas, ciclovías y parques lineales, mercados… para que los ingenuos se convenzan que la obra es magnánima. (O)