Iluminación y delincuencia

No debe pasar desapercibida la actitud del vecindario de la calle Juan Jaramillo, entre Hermano Miguel y Mariano Cueva, en pleno Centro Histórico de Cuenca.

Ellos improvisaron una lámpara de alumbrado público adosándola a un poste de madera. Lo hicieron por falta de iluminación, una ventaja para los delincuentes.

Sus peticiones a la Empresa Eléctrica Regional Centro Sur no han surtido efecto. Por ello su casi desesperada actitud, entendible además dada la ola delictiva, hoy por hoy un azote en toda la ciudad.

Esa oportuna reacción ciudadana permite poner en contexto una realidad: aquél no es el único sector de la ciudad donde el alumbrado público es escaso, no solo por falta de lámparas, también por la bajísima intensidad de las existentes.

La mayoría de calles y avenidas son semioscuras. Igual las plazas, parques, entre otros espacios públicos.

Las lámparas colocadas apenas reflejan la luz, sobre todo en parques y plazas. Considérese las sombras de los árboles, lo poco transitables durante las noches, como para haberse convertido en lugares aptos para el asalto.

¿Quién, por ejemplo, se atreve de noche a caminar por los parques lineales? Hacerlo, incluso, en algunas avenidas es un riesgo, y peor si tienen árboles en toda su longitud.

No por un mejor alumbrado los delincuentes dejarán de asaltar, si bien es relativo. De alguna manera será disuasivo; permitirá visualizar el movimiento de los maleantes y, hasta en el colmo de los casos, escapar viendo donde se pisa.

No es una exageración ni afán de molestar a quienes planifican el alumbrado público, pero tal como están las cosas, pasadas las 18:00 Cuenca es ciudad minacuro.

A veces las propuestas de alumbrado, algunas copiadas a lo mejor con buenas intenciones, no cuadran con la realidad, y menos cuando la delincuencia se aprovecha de la oscuridad para atacar.

Las autoridades responsables de dar este servicio deben analizar la situación expuesta, comenzado por responder a los vecinos de la calle Juan Jaramillo. (O)