Feria

Catalina Sojos

Y con la autopista cerrada en las narices de los turistas, un discurso inefable del alcalde y la guerra desatada debido al narcotráfico, nos hemos llenado de asombro ante el estoicismo de los ecuatorianos. Y la ciudad celebró sus fiestas con la feria de artesanías y el mercadito de diseñadores, emprendimientos que vaciaron los bolsillos y repletaron de maravilla el espíritu. Entonces apoyamos a los artesanos de Esmeraldas, Santo Domingo, Manabí, Guayas, Pichincha, Azuay, por supuesto, y demás patrias chicas de este país de paradojas. Así, mi amigo lector, en medio de las desolaciones, hemos adquirido nuestros regalos para la navidad familiar que se avecina. Y, puesto que, tenemos la obligación primordial de la esperanza acudimos a la fiesta para admirar libélulas de madera, tortugas de balsa que flotan en redomas de vidrio, sombreros de plátano, cestas tejidas en filigrana de paja, trompos de plata, cuentos infantiles leídos por las artesanas, collares de ámbar, cintas negras contra las malas vibras ¡la lista es interminable! todo orgullosamente ecuatoriano. Y es que la resiliencia de este pueblo es inaudita; y si a eso sumamos los países hermanos, los cuales trajeron sus tesoros, afirmamos que vivimos un paréntesis de milagro en medio de una realidad que abruma. (O)