DE LA BREVEDAD en mi trabajo (IV)

Jorge Dávila Vázquez // RINCÓN DE CULTURA

Además, “Árbol Aéreo” contiene uno de los poemitas más breves de la poesía ecuatoriana, si no el más corto: Desesperación Tu silencio.

Esta experiencia poética proviene, sin duda, de mi larga práctica con la brevedad en la narrativa.

Entre un micro cuento y un poema brevísimo, no existen mayores diferencias. En ambos casos se da la concentración extrema del lenguaje poético de la que habló Hugo Friedrich; una lengua autónoma que, reducida a su mínima expresión, sigue creando un mundo, una realidad, una obra de la palabra, en suma.

Cierto que el poema no tiene por qué contener personajes ni acontecer, y el micro cuento sí, siempre, aunque sea en mínima proporción, pero el tratamiento del lenguaje es muy similar.

Si bien luego de “Minimalia” no publico ningún libro nuevo en el área de micro cuentos, sin embargo, las múltiples reediciones de obras anteriores han mantenido durante todos estos años, vigente el subgénero en la memoria y el ánimo del público lector.

Además, continuamente, he dado a conocer en revistas impresas y digitales una buena cantidad de relatos breves.

Ahora, en este 2022, recojo un poco de esa producción dispersa y le añado una notable cantidad de micro cuentos, hasta completar los 99, que forman “Días de la vida”, que si bien lleva el subtítulo de CIEN MICROCUENTOS, completa el número uno de mi nieto Daniel Zamora, que cierra el volumen.

He aquí unos ejemplos:

LA ANCIANA

Varios años después de la muerte de la señora Paulina, los chicos de la vecindad, que seguían metiéndose a su huerto abandonado para robar unos higos, que de tan maduros se caían y se llenaban de mosquitos; algunas limas, uno que otro durazno. Decían que la vieja dama conti- nuaba recostada en su hamaca, leyendo, imperturbable, las amarillentas revistas de chismes, como cuando estaba viva, y ellos procuraban hacer el menor ruido posible en sus rapiñas para no distraerla.

LINDA NOCHE

—Linda noche —dijo el vampiro—. Ahora sí podemos conver- sar sin las molestas interrupciones del día.

—Así es —dijo el amigo con una voz que parecía un gruñido. En eso salió la luna.
El vampiro se volvió a mirar a su compañero y la poca sangre

ajena que tenía se le heló.
El lobo inmenso que tenía a su lado le miraba codiciosamente

el cuello contra el que se lanzó furioso, incontenible. (O)