Mamita Adelaida

David Samaniego Torres

La semana pasada les conté sobre el Guabo y conocieron algo de mis abuelos maternos. Hoy quiero preocuparme de Mamita Adelaida, porque así la llamábamos a Adelaida Iñiguez, la mamá de mi mamá. Los clanes familiares de antaño eran muy queridos y respetados: eran enciclopedias del mundo conocido a su alrededor; eran la última palabra en temas que se discutían; la sazón de las comidas llevaba su marca y, chicos o grandes, hombres y mujeres, todos sabían quién era Mamita Adelaida, tanto en el Guabo como en Sígsig.

En Navidad la abuela en mención salía al pueblo para asistir a las ceremonias religiosas del momento. Eran esos tiempos cuando se oficiaba en los templos la llamada Misa del Gallo. ¿Por qué? Debió ser porque el reinado de los gallos está después de medianoche cuando sus cantos o trinos son la forma inconfundible de decirnos: estoy aquí y despierto. Pues bien, imaginémonos, ya estamos en misa, hermosamente preparada, alegre, con sencillos instrumentos de percusión y con el resonar de viejos villancicos que cada vez nos parecían siempre nuevos. Pues bien, comparto algo más con ustedes.

De lo poco que recuerdo, luego de algo más de ocho décadas, es que en esa noche especial los abuelos eran los invitados de honor, no a una cena de navidad, sino para servirnos, después de la misa, los tradicionales buñuelos.

¿Cómo los preparaban? Recetas hay muchas y todas se parecen en lo básico. Lo que recuerdo es que en una amplia olla de barro hervía mantequita de chancho. Con una cuchara vertían en la olla una masa floja preparada con una harina especial, algo de manteca y otros menjurjes. El resultado eran los buñuelos. No los describo porque los hemos saboreado todos y, si no, estos son los días precisos para conocerlos. Los buñuelos, en nuestro caso, los recibíamos en un platito de hierro enlozado que contenía miel de caña de azúcar, preparada por nuestro papá, Máximo David, en su propiedad de Pueblo Pata, parroquia Aguacate.

Bueno, esto es todo. Un poco de historia personal no hace daño porque ciertamente se engarza con tantas otras historias similares o al menos parecidas. Ecuador es un gran tejido de esos retazos de historia que forjaron y mantienen nuestra identidad. El cariñoso remoquete de mamita Adelaida, en esa época navideña, era siempre el mismo: ´Preparen sus corazones pues en ellos nacerá Jesús.´ (O)