Verdad gringa

Aurelio Maldonado Aguilar

Una de las declaraciones más claras, contundentes y verdaderas de la vida política ecuatoriana de los últimos tiempos fue la que el embajador de EEUU pronunció sin miedo y con la verdad más denudada al frente de sus palabras. Nuestro país, con el infinito dolor que causa el aceptarlo, es un narcoestado donde la justicia genuflexa ante la danza de millones de la droga, se transforma en un ente irrelevante, como bien dice el embajador y se convierte en cómplice irremediable de matones, criminales, mafiosos, narcos, asesinos y testaferros, que saben bien que luego de sus fechorías, lograrán salir de prisión sin mayor inconveniente, pues un juez banal sucumbirá fácilmente ante una pingüe cantidad de dólares que le convierten en millonario por arte de magia y tan solo por firmar un proceso en beneficios de malhechores, arguyendo los cientos de trasfondos y cortapisas que el florido código legal y penal tienen. Villavicencio, el único asambleísta importante que levanta su voz valientemente en contra de todos estos peligrosos delincuentes, viene suministrando detalles y momentos inocultables de lo que significa un narcoestado. Aliaga, Jordán, Norero, Salcedo, Aguiñaga facinerosos del narco delito como se desprende de las múltiples pruebas, incluyendo fotografías de abrazos indescriptibles de amor, tibias piscinas con copa en mano y risueños como niños con juguete nuevo, mafiosos reconocidos y prófugos, unidos como uña y mugre al causante de todo esto, el corrupto, prófugo, sentenciado Correa, a quien le debemos en gran parte, todo lo que sufrimos hoy. El mayor de los males que padecemos y que el embajador Fitzpatrick detalla con valentía y sabiduría en lo medular del narcotráfico que le golpea también por el alto consumo en su país, no es una cosa simple de erradicar y peor aun cuando tiene enraizados tentáculos a todo nivel, pues generales militares y policiales, jueces, entes de control y la corrupta justicia repartiendo salvoconductos, libertades y excarcelaciones violentas, convierten en débil presa a nuestra nación, que fracasa en su lucha ante lo descomunal fortaleza del millonario negocio y de la forma obvia y camuflada del tráfico y rutas para su expendio, con floridos y geniales recursos por aire, tierra y mar. Cabe decir que, para grandes males, grandes y drásticas conductas, para lo cual se requiere arrojo del gobierno, que no tiene y un despliegue de castigos severos que den la espalda a los derechos humanos, incluyendo nuevas leyes y a lo mejor, penas de muerte o cadena perpetua. (O)