El poema y la música: Dávila y Palacios

Jorge Dávila Vázquez. Rincón de Cultura

A fines de la década del 90 del siglo XX, Edgar Palacios, uno de nuestros músicos más talentosos, compone una Cantata con temas populares ecuatorianos sobre el mayor de nuestros poemas, BOLETÍN Y ELEGÍA DE LAS MITAS de César Dávila A.

En Youtube hay varias versiones de la obra, y creo que pronto estará una de las más bellas, la dirigida por William Vergara, con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Cuenca, el coro Polifónico de la U., dirigido por Priscila Urgilés, y un conmovedor anexo de 32 voces femeninas provenientes de 4 comunas campesinas, que fueron preparadas por Vanessa Freire y un grupo de sus compañeras, y por ella dirigidas.

Los solistas, de primera: el tenor Juan Carlos Cerna, maduro, expresivo; el barítono más notable de Cuenca, Jorge Regalado; la soprano Vanessa Freire, voz preparada desde la infancia por su padre, el gran Carlos, y la mezzo más intensa de nuestro medio: Priscila Urgilés.

La función de narrador -siempre en riesgo de la declamación- estuvo a cargo del expresivo Paúl San Martín.

Un espectáculo inolvidable y único este, del 15 de diciembre, en el Teatro “Carlos Cueva Tamariz”. He asistido a numerosas presentaciones de la Cantata, en distintos lugares de la patria, pero jamás percibí una emoción tan genuina y profunda. Al final, el público se puso de pie y gritaba, delirante, en medio de una marea de aplausos. Y cuando se vitoreó a las mujeres rurales, fue el momento más emotivo, hasta las lágrimas.

En la literatura ecuatoriana no existe un poema como el de Dávila, que refleje de modo tan literario, y al mismo tiempo tan humano, el drama del indígena en la época de la conquista. La Mitas fueron uno de los mecanismos de explotación, que se suponía regentado por principios humanos y cristianos; pero estaban los obrajes, los distintos y feroces trabajos que acababan sin piedad con la vida de nuestra gente, y el poeta resumió todos en el término Mitas.

Laura Romo de Crespo me contaba que dos años antes de terminar el poema, Dávila se dedicó a leer crónicas, estudios de época y un libro fundamental: “Las mitas en la Real Audiencia de Quito” de Aquiles Pérez, que fue la fuente inmediata de muchos datos tremendos.

Todo eso permitió la constitución del poema. En la Cantata, la música y el canto hicieron el resto, y confirmaron la maestría de la obra. (O)