Herencia de dos líderes

Salvador Pesantez

El 2022 se clausuró con las sentidas muertes de dos líderes mundiales, que como pocos mortales trascenderán la memoria circunstancial a la historia, maestra y paisaje de la vida que se aclara o esfuma según las luces que sobre ella proyectamos. Muchos comulgarán con quien escribe esta cuartilla en que las frases más grandes le van mejor a la muerte que a la vida, quizá por exceso de egoísmo o de emoción desbordante, pero la verdad es que a la muerte le brindamos mayor pleitesía que a la vida, sin siquiera darnos cuenta que estamos muriendo cada día porque hemos venido al mundo a pasar un “week-end” … ¡nada más!

Una de estas dos personalidades fue Edson Arantes do Nascimento, Pelé, quien falleció en Sao Paulo a los 82 años, el 29 de enero, a consecuencia de un cáncer de colon que venía padeciendo desde hace 3 años. Nacido de una empobrecida favela brasileña, llegó a constituirse en una leyenda del fútbol que más títulos ganó en la historia de este deporte. Tanta fue su popularidad que la mayoría de especialistas en esta materia y los aficionados comunes consideramos como el mejor jugador de todos los tiempos, y no sólo por lo que hizo dentro del campo de juego al ser el futbolista que superó los límites de la lógica (J. Cruyff), sino también con su conducta fuera de él, con humildad y sencillez.

En último día del año, a casi una década de su renuncia murió, a los 95 años, Joseph Ratzinger, papa Benedicto XVI, nacido en Baviera-Alemania y fallecido en Ciudad del Vaticano. Un hombre de altísima categoría intelectual, un teólogo moderado que advirtió en la Iglesia un proceso de decadencia y de autodestrucción, que la evidenció al denunciar que fuerzas latentes agresivas, polémicas y centrífugas estaban atentando a la Iglesia que él dirigía y que fue una de las causas para su renuncia, cuando su salud y las confabulaciones impidieron continuar la obra emprendida. Su visión por la restauración doctrinal y litúrgica y el escrutinio de las vocaciones religiosas para acabar con las desviaciones carnales del clero, acabaron con su trabajo.  

Estos líderes mundiales nos legan virtudes magnánimas, atributos que deberán ser analizados más allá del sentimentalismo momentáneo tanto por el deporte cuanto por la Iglesia, ahora que en estas instituciones se cometen delitos difíciles de erradicar, cuyo poder y fortuna devastan a sus respectivos conglomerados.