Estrés político

El estrés político debe estar enquistado en todos los ecuatorianos, a más del causado por la inseguridad, los indicios de corrupción, la amenaza de un “nuevo estallido social” y el siempre farragoso panorama económico.

La campaña electoral se convierte en un baratillo de ofertas. Siempre las fueron.

Vale preguntarse cómo presentirán su futuro aquellos pueblos si ganan los candidatos financiados por el narcotráfico o la minería ilegal, tal como de denunció.

Es fácil concluir la confusión en la gente cuando habla de tener, el día de las elecciones, tantas papeletas, ignorar las preguntas de la consulta y el referendo constitucional, peor los nombres de los aspirantes al Consejo de Participación Ciudadana, cuyas atribuciones se busca reducirlas, asimismo preguntándola.

Este rato los ecuatorianos tratan de digerir las expresiones del presidente Guillermo Lasso sobre un presunto caso de corrupción tras la filtración de videos atribuidos al ya fugitivo titular del Directorio de EMCO, Hernán Luque, y un tal Rubén Cherres; incluso su cuñado, Danilo Carrera.

A Luque, según Lasso, le pidió la renuncia “porque es torpe”. Sobre Carrera, un poco más cauto, le pide “asumir sus responsabilidades”.

Las palabras, una vez más presidente, se las debe sopesar antes de lanzarlas; peor si, como dice, a Luque le pidió la renuncia en octubre de 2022 por cuanto “no sentía confianza en él”.

Para Lasso, no hay una estructura criminal en su Gobierno, sino un presunto acto de corrupción de un funcionario. Por lo tanto, pide no generalizarla a toda su administración.

¿Cómo asumen los ecuatorianos estas explicaciones o justificativos del presidente, convertidos en armas de sus opositores?

No menos causantes de estrés son las expresiones del ministro de Energía, Fernando Santos, para quien el sueldo de gerente de Petroecuador -USD 6 mil mensuales- no alcanza ni para los cigarrillos, mientras la empresa se cae a pedazos, comenzando por la baja producción petrolera y la destrucción de su parque automotor.  (O)