La civilización del espectáculo

Hernán Abad Rodas

El mundo es el escenario donde triunfa el mejor actor. La ideología es apenas la música de fondo de ese gran teatro donde prospera la ficción. El universo es un mercado, por el que transitan los mercaderes de la fama.

Es lamentable que vivamos en un planeta donde la cultura del espectáculo tiene garantizada su permanencia.  Así, cotidianamente vemos, como las revistas de mayor difusión, y los programas más populares, sean los que desnuden ante el público las intimidades de la gente famosa, que no se destaca por sus hazañas científicas o sociales, sino por sus escándalos o extravagancias callejeras.

Con honradas excepciones, una sociedad hechizada por la cultura del espectáculo, ejerce una presión que va modelando y convirtiendo poco a poco a sus políticos, artistas, pastores, intelectuales, militares etc. en bufones al servicio de intereses políticos o económicos. Detrás de semejante espectáculo, comienzan a destruirse las fronteras que delimitan la verdad y la mentira.

No es sorprendente, por eso que, en algunos países mal desarrollados, aventureros políticos de toda especie, e ilustres desconocidos llegan al poder, gracias a su capacidad histriónica, al dominio del malabarismo de tarima y a su pasión por el espectáculo; hipnotizan a las masas y sumen a sus pueblos en la más profunda miseria.

Siento que vivimos tiempos complicados egoístas y mezquinos, donde la competencia es virtual y se busca constantemente demostrar tener una vida “ideal,” donde el dinero y la felicidad son componentes constantes.

He visto imágenes y frases de gente que en redes sociales aparenta estar feliz y enamorada, sus acciones se oponen al contenido de Instagram. Imagino que debe ser desgastante el ejercicio de promover una vida para el público, pero diferente es vivir una vida muy distinta en lo privado y lejos de las fotos.

La civilización del espectáculo nos impulsa a vivir en un show constante en el que el público son los virtuales seguidores, quienes se convierten en lapidarios jueces, que premian o castigan con un Like del que terminamos siendo esclavos dependientes, buscando una constante validación.

La humanidad en cuanto está formada por individuos, puede haber alcanzado austeras alturas, pero en cuanto está formada por grupos sociales, está sujeta todavía a pasiones primitivas, a ocasionales retrocesos y apariciones de los instintos salvajes, y a periódicas olas de fanatismo e histerismo de las masas.

La cultura del espectáculo es el arma predilecta usada por los caudillos populistas y autoritarios para eternizarse en el poder.  (O)