El fin de las hegemonías

Jorge L. Durán F.

Nada en la vida está esculpido en mármol para ser inmortal. Ni se diga en la política donde a nadie hay que darle por muerto. Las aves Fénix vuelven a alzar el vuelo. Los viejos zorros, aunque cercenados el rabo, retornan así sea sangrando. Resucitan los Lázaros. Las lombrices, así sea cortadas en cien pedazos, se dan modos para seguir vivas. Los leones, ya sin caninos, vuelven a dar mortales zarpazos.

En política también los reinados no son perpetuos, así comulguen juntos aparentes enemigos; así repartan migajas a la plebe; así cada día entonen nuevos cánticos para obnubilar a las masas.

Vale estos parangones para ilustrar los resultados electorales de este domingo. En Guayaquil, los socialcristianos se baten en retirada tras 31 años de ejercer el poder, de un poder que lo creían perpetuo, confiados en el “liderazgo cantonal” del Señor Nebot y de sus oscuros tratos con su aparente enemigo político: el correísmo.

Y, cruel paradoja, se van arreados por aquel correísmo cuya meta siempre fue gobernar la Perla del Pacífico.

¿Qué queda del socialcrisitianismo, que no sea unos cuantos huesos malolientes y un liderazgo envejecido, torpe e incoherente, por más que se camufle en finas guayaberas?

Ah, y la “nobleza quiteña” que corea en do mayor el yo, yo, yo, solamente yo, no fue capaz de entender que la fragmentación electoral haría que el “engrilletado” Jorge Yunda esté a punto de ganar la alcaldía, cuyo sillón esta vez será para el correísmo, al fin y al cabo, clara y yema del mismo huevo.

En ambos casos, las prefecturas de Guayas y Pichincha, también son para el movimiento cuyas huestes, organización y convicción, siguen intactas, por más que su líder los impulse estando lejos y tenga cuentas pendientes con la justicia.

Pero esa es la decisión del pueblo: para los ganadores inteligente, que no olvida; para los perdedores desmemoriado, resentido y hasta torpe.

En el hipotético caso de concretarse la amenaza de un nuevo paro indígena, las huestes de Iza y compañía hasta podrían tener alfombra roja para ingresar a Quito y Guayaquil.

Siendo así –ojalá no lo sea- el acorralamiento al presidente Guillermo Lasso será mucho más fácil. Su salida del poder es la mayor obsesión de esos sectores.

El correísmo se fortalece, en tanto el gobierno parece un boxeador que solo espera ser salvado por la campana.

La fragmentación electoral como consecuencia de la proliferación de candidaturas ya se sabe a quién favorece; es más, lo promueve.

El tablero electoral se recompone. Ya se perfila de qué bando saldrá el sucesor de Lasso. Aun así, los otros seguirán dividiéndose. El divide y reinarás es la regla de oro de quienes aspiran volver al poder. ¿O no? (O)