Así fueron los carnavales

Eduardo Sánchez Sánchez

Carnaval, del Latín carnevale, adiós a la carne durante 3 días para luego dedicarse al espíritu, durante la cuaresma no habrá excesivo consumo de carne como un tiempo de reflexión que concluirá en la semana mayor.

Tiempo de permisividad total, tipificada regionalmente con gastronomía, música, baile, uso de máscaras y en un entorno de lujos y extravagantes parafernalias.  Su génesis posiblemente fueron las fiestas paganas en honor del dios Baco, las saturnales y las lupercales romanas o talvez las festejadas en Egipto y en honor del toro Apis.  Carnestolendas, gala de algarabía, agua y fina gastronomía, citas de familia y gratos recuerdos de pretéritos días, en los cuales no era posible circular pedestremente por la pequeña urbe morlaca, bajo peligro de ser atacado por guambras al grito de viva el carnaval.

El agua gris era retenida en el canal central en la calle de la pequeña Cuenca y el practicante del juego lanzaba el grito de “agua o peseta”, ante lo cual quien no aportaba con la petición, recibía el castigo acuoso de no buen gusto. Los abuelos jugaron con perfumes, serpentinas y alegría de la familia. Cuan común fue el sacrificio del cerdo y toda la abundante gastronomía que deriva, desde el tostado de la cascarita hasta sancochos y fritada. mote pata, chicha, dulce de higos y no faltaron los espíritus etilados que alegran el corazón y mitigan el frío.

Los más recatados emplearon serpentinas y colonias, espumas coloreadas y picarescas miradas que eran aprovechadas para dar el espacio a cupido con el coqueteo hacia la amada, entre festivos y bulliciosos cortejos.

Recuerdo a una camioneta “International”, en cuyo balde colocaban tanques de agua y unos famosos y fuertes émbolos que utilizaban los muchachos emponchados con caucho, que eran temidos por el impacto hídrico que ocasionaban hasta los terceros pisos, las risas y jolgorio con el acierto de sus intenciones. (O)